Por Pamela Cerdeira
Jan tenía una vida feliz. Su papá la despertaba a ella y sus dos hermanas tocando el piano, para después desayunar y correr a la escuela. Su mamá estaba entregada a sus hijas, su familia y su comunidad en la localidad de Pocatello, Idaho, Estados Unidos. Eran los años 70, iban a la iglesia, ayudaban a sus vecinos ¿qué podía salir mal?
La familia empezó a tener una relación estrecha con otra familia, la de Robert Berchtold, quien tenía una adorable esposa, tres hijos de la misma edad que Jan y sus hermanas, y una bebé. Robert era encantador, había tejido con cada miembro de la familia de Jan una relación íntima: empezó a llevar a las niñas a la escuela, para que la mamá de Jan pudiera descansar, y tenía encuentros con el papá de Jan. Cuando cometía un error daba la cara y se disculpaba.Y ahí estaba, siempre presente, siempre con una enorme sonrisa, más grande que cualquier sospecha. Hasta que finalmente, cuando Jan tenía doce años, se ofreció a llevarla otra vez a sus clases de equitación, solo que en esta ocasión, no la regresó.