Por Pamela Cerdeira
Todo indica que será Kamala Harris, actual vicepresidenta de Estados Unidos, la candidata por el Partido Demócrata, quien se subirá al ring contra el mayor de los bullies de la política, Donald Trump. Trump es un hombre mentiroso, violento, emocionalmente inmaduro, ególatra (estoy pensando a cuántos adjetivos estoy de la posibilidad de perder mi Visa en noviembre), con el vocabulario de un niño de tercer grado de primaria, y es también un brillante comunicador. Quizá la única ventaja para Kamala es que es un mal conocido. Ya sabemos sus mañas y diseñar una nueva forma de comunicar será su mayor reto.
En el libro Nuestra Verdad, de Kamala Harris, que escribe justo en el marco del triunfo de Trump a la presidencia, y el suyo para el Senado, retoma un discurso de Thurgood Marshall que dice: “La democracia no puede prosperar en el terror. La libertad no puede abrirse paso entre el odio. La justicia no puede echar raíces en la rabia…” y agrega “Este libro nace de ese llamamiento a la acción y de mi creencia en que nuestra lucha debe empezar y terminar diciendo la verdad. Creo que no hay antídoto más importante y trascendental para estos tiempos que la confianza recíproca. Dar y recibir confianza. Y uno de los ingredientes más importantes de las relaciones de confianza es decir la verdad.” Aunque estoy de acuerdo con ella, creo que la verdad no importa, no en la política, no en quienes van a votar. Importa la “realidad” de los electores, que es la percepción de su entorno, pero no la “verdad”. Los datos, los hechos, son terreno del periodismo, los analistas y un grupo cada vez menor de adictos a la información, pero de nadie más. Por cierto, los medios de comunicación también fueron tremendamente denostados desde el poder cuando él asumió la presidencia. ¿Cómo se combate la mentira cuando a nadie le interesa la verdad? La pregunta obliga a pensar si es siquiera necesario ir tras ella.