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Por Pamela Cerdeira
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Hace años, Trump todavía no ganaba la presidencia por segunda ocasión. La persona de una empresa de productos de consumo me dijo: este año no vamos a enfocarnos en las mujeres, tendremos otros temas de importancia. La respuesta me sorprendió, no solo porque muchos de sus productos se publicitan directamente a consumidoras, sino porque las mujeres fuéramos un “tema”, y un tema que deja de estar de moda. En México somos el 51% de la población, una mayoría tratada como tema.

Muchos meses después, Donald Trump volvió a ganar, y a su discurso “anti-woke” le siguieron los gigantes de la tecnología que, por convicción o por quedar bien, aprovecharon para cancelar programas de inclusión. “Creo que mucho del mundo corporativo está, como, bastante culturalmente neutro. […] El tipo de energía masculina, creo, es buena. Obviamente, la sociedad tiene de sobra de eso, pero pienso que la cultura corporativa verdaderamente estaba tratando de alejarse de ella. […] Todas estas formas de energía son buenas, y creo que tener una cultura que celebra un poco más la agresión tiene sus propios méritos que son realmente positivos”, dijo Mark Zuckerberg, el hombre que está a la cabeza de las empresas que devoran nuestro tiempo: WhatsApp, Instagram, Facebook; en fin, Meta.

Algunas empresas simplemente dejaron el discurso de equidad; otras decidieron cambiarle de nombre. Por un lado, nadie quiere pelearse con un presidente que gobierna con el hígado, y por otro, la preocupación por demandas de discriminación por las acciones afirmativas.

Estoy convencida del poder que la iniciativa privada tiene para transformar una sociedad. Una empresa que pone la inclusión en el centro de su conversación no solo impacta a un colaborador o colaboradora, también a su familia. Y así, las empresas, por ética, por moda, por conveniencia o como decisión de negocios, aceleran esos cambios sociales. Si quienes tienen a las empresas tomadas por el cuello cambian el sentido de las prioridades, lo primero que va a mandar es sostener el negocio; y así, el liderazgo que buscaba transformarnos en comunidades más justas se detiene.

Estados Unidos es casi siempre una película que vemos años antes de que se estrene en México. Tener por primera vez a una mujer en la presidencia de México solo pone en pausa esa conversación, que tarde o temprano estará llegando.

Los friendemies Elon Musk y Donald Trump comparten la preocupación por el declive en la tasa de natalidad mundial. Según Peter Diamandis y Steven Kotler en Abundance, los dos factores que afectan la natalidad son el bienestar y la educación de las mujeres. Entre más educación tengamos las mujeres, menos hijos queremos. Entre menos niños mueran en los primeros años de vida, también menos hijos se tienen, casi como si en los malos tiempos las personas decidieran tener hijos de más por si la vida se los va quitando. Así que garantizar salud y educación (especialmente en las mujeres) es la mejor forma de controlar el crecimiento poblacional. Los datos del INEGI confirman ambas tendencias en México: madres con mayor nivel educativo tienen menos hijos; estados con mayor situación de pobreza también tienen las mayores tasas de natalidad.

La semana pasada tuve la oportunidad de entrevistar a “V” (Eve Ensler), escritora, activista, creadora de Los Monólogos de la Vagina. Antes de entrar al aire me dijo que, si tuviera que salir corriendo de su país, sin duda México sería un lugar en el que le gustaría estar. —¿Tanto así?— le pregunté. —Sí, están persiguiendo activistas, y yo he sido muy vocal—. Platicamos del retroceso para las mujeres en su país y sí, ella, que ha logrado que miles de mujeres en el mundo se liberen con el simple acto de reconocer y nombrar su cuerpo, también está preocupada.

El viraje a regímenes autoritarios no es un caso aislado de Estados Unidos; el mundo quiere soluciones simples para problemas complicados. También es absurdo compararlo con ideologías de izquierda o derecha. Ya vivimos aquí un sexenio que canceló programas de guarderías, que sugirió que las abuelas se hicieran cargo y que puso en jaque el apoyo a los refugios de mujeres víctimas de violencia, que, por cierto, hoy están en las mismas ante el PEF 2026.

Me dice Eve: estamos viviendo la respuesta a los enormes avances que tuvimos. La imagen del péndulo regresa a mi cabeza.

Hoy más que nunca, proyectos como Opinión 51 son necesarios. En cuatro años de existir hemos transitado en un mundo en el que nuestra misión —poner las voces de las mujeres en la misma proporción que tenemos en la población (la del 51 %)—, a un mundo en el que tener esas voces presentes e insistentes es un ancla, un salvavidas urgente ante la tormenta que se avecina.

Gracias a sus suscripciones y aportaciones es que podemos seguir de pie. Nosotras, que somos una generación que con orgullo ha disfrutado de lo mucho que lograron las anteriores, podremos ser también a las que les toque ver y vivir el retroceso.

Un mundo mejor para las mujeres es también un mundo mejor para las personas. Si saben de aliados y aliadas que quieran ser ancla y salvavidas, invítenles a unirse en esta aventura que va por todas. Porque en Opinión 51 se piensa, se pertenece y se transforma. Las necesitamos a todas.

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@PamCerdeira

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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