El fenómeno reborn

Mi hija juega a ser mamá y no lo aprendió de mi, yo solo me estoy preguntando cuándo donaré por cuarta vez todas las cosas de bebé.

El fenómeno reborn
Pamela Cerdeira

Por Pamela Cerdeira

Hace siete años que no tenía entre las manos ropa tan pequeñita, unos días antes corrí al supermercado a comprarlo todo: mamilas, chupones, baberos, lo que ya había regalado al año de que nació mi primera hija, y volví a comprar y regalar cuando nació mi hijo, y doné por tercera vez después de la llegada de Sofía. Ahí estaba yo, a los 43 años con la mirada perdida sobre un cajón de mi casa repleto de ropa talla cero a tres meses, escuchando a mi hija decir que necesitábamos pañales, un pequeño tupper para guardar la leche en polvo para cuando saliera de viaje, una bañera y un cambiador. La sorpresa no será porque yo pudiera ser abuela a los 43, sino porque mi hija, la que hacía la eterna lista, tiene sólo siete años. 

Alexa fue un regalo de navidad, es una muñeca reborn, que a diferencia de las muñecas con las que yo solía jugar, estas tienen un brutal parecido con los bebés reales, el pelo suave y escaso, el brillo en los ojos, el barniz en los labios que parece saliva, las uñas, el tamaño y el peso, además de que le queda a la perfección la ropa de bebé que compramos en el super, todo grita “soy un bebé de verdad”, sobre todo para los sorprendidos paseantes que brincaban después de unos minutos de darse cuenta que lo que estaban viendo en brazos de una niña era en realidad una muñeca. A Alexa le siguieron Briseida, y otras más cuyos nombres (lo sé, soy la peor abuela del mundo) ya he olvidado. A mis hijos mayores sus sobrinas les parecen “creepies” y la de 19 años me levantó en la madrugada para pedirme que sacara a la muñeca de su cuarto, pues cada vez que abría los ojos sentía que la bebé de silicón de su hermana la estaba viendo. De más está narrar las eternas discusiones y pleitos entre mis hijos cada vez que le decían a Sofía que su bebé estaba fea o les daba miedo, cualquier madre entendería sus arranques de furia como respuesta.