Por Pamela Cerdeira
Que el Zócalo esté lleno, que el Zócalo esté lleno… el Zócalo está lleno. Hay algo de paz en esa imagen, no tiene que ver con la furiosa respuesta que tendrá el oficialismo en X, tampoco con López Obrador y mucho menos con cualquier partido de oposición, esa paz viene de saber que a la gente le importa un concepto tan abstracto como la democracia.
Era el periodo previo a las elecciones en Estados Unidos que ganó Donald Trump, me subí al taxi y le pregunté a la conductora, una afroamericana de unos treinta y tantos años ¿por quién votaría?, me contestó: da igual, todos son terribles, quizá por Trump. Me quedé helada, no había sorpresas a esas alturas, ya sabíamos que Trump era un personaje misógino al que le precedían comentarios racistas contra todo tipo de grupos, pero eso no parecía siquiera una pequeña piedra en el zapato de la taxista, simplemente toda la clase política siempre fallaba, valía la pena probar algo nuevo. Ese desencanto no nos es ajeno, recuerdo a personas presumir su voto por Cuauhtémoc Blanco porque como él “ya era rico, no necesitaría robar más”; la elección del 2018 llevó a las urnas a los convencidos y a los enojados, en este segundo grupo también había una división: los que votarían por cualquiera menos Andrés Manuel, y quienes votarían por Andrés Manuel con tal de no votar por el PRI, el final de esta historia lo conocemos, “no nos puede ir peor que con el PRI” ¿no?