No hables mal de Rosarito

No entender el periodismo como un ejercicio libre, y más viniendo de una mujer, es obtuso y a la vez machista, común en nuestros tiempos.

No hables mal de Rosarito
Pamela Cerdeira

Marinee tiene 32 años. Siempre quiso dedicarse a las noticias y se siente en la forma que platica cómo es que quiere ver con sus propios ojos todo lo que está pasando. Su fascinación por la adrenalina tiene un precio: es el que pagan las y los periodistas que hacen su trabajo en Tijuana, en donde tan solo en el último año han sido asesinados Margarito Martinez y Lourdes Maldonado. “Conocí a Lourdes Maldonado, éramos de generaciones diferentes. La última vez que la vi fue en la vigilia de Margarito, era reacia”.

Recuerda la violencia en su estado en distintas etapas, la primera en su adolescencia. Las escenas cotidianas estaban formadas por colgados y personas asesinadas en los antros, lo que le impedía entretenerse como cualquiera de su edad lo haría; incluso, salir a nadar por las mañanas le hacía preguntarse si podría pasarle algo en el camino. A los 22, cuando empezó a ejercer el periodismo, las cosas estaban un poco más tranquilas. Tiene cuatro años que regresó a Tijuana y asegura: “nunca nos sentimos seguros, pero ya no se vive tan intenso”. Sin embargo, su trabajo tiene ciertas restricciones, colonias a las que no va, horas a las que no sale, o aquel reportaje que tuvo que cubrir acompañada de seguridad. “No sabíamos si nos iban a balacear o a aventar piedras”, se hace entonces lo que se puede: “sin arriesgar de más nuestra vida o la de nuestros seres queridos”.

El crimen organizado es la base de las escenas de violencia que cubren la ciudad. Recuerda que antes las escenas de muerte estaban relacionadas con accidentes, pero ahora no pasa mucho tiempo sin que se encuentre con algo provocado por el crimen. Sin embargo, organizaciones como Artículo 19 han documentado que una parte importante de las amenazas que reciben las y los periodistas provienen de funcionarios. Le pregunto si se ha enfrentado a alguna amenaza que provenga de la autoridad. Durante un tiempo acudía a Rosarito para cubrir las historias que ahí sucedían. En varias ocasiones, el entonces alcalde le decía: “ya no hables mal de Rosarito”. Fue hasta que el mensaje, enviado a través de alguien más, incluía la advertencia de que conocían bien la dirección de su familia; entonces dejó de cubrir esas historias. El alcalde pensaba, porque se lo preguntó en varias ocasiones, que ella estaba trabajando para un partido opositor. No entender el periodismo como un ejercicio libre, y más viniendo de una mujer, es obtuso y a la vez machista, algo común en nuestros tiempos.

“La semana en que asesinaron a Lourdes pensé que ya era muy tarde para estar en la calle”. Marinee Zavala se fija más, revisa a su alrededor, procura no trabajar de noche y tampoco habla mal (ni bien) de Rosarito.

@pamcerdeira

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Más de 130 opiniones a través de 100 columnistas te esperan por menos de un libro al mes. Suscríbete y sé parte de Opinión 51.