Por Paz Austin
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Soy Soldada del Bolillo, porque soy chilanga migaja por migaja.

Visitante frecuente de la panadería de la esquina y compro pan todavía con el señor de la bicicleta.

 Soy adicta a los cochinitos de piloncillo, detractora del pan de muerto con rellenos ridículos y adoradora de las tortitas de Santa Clara de Puebla. He pedido como pastel de cumpleaños los garibaldis del Globo y, cuando han cambiado la receta de esos maravillosos panes de chochitos, hago berrinches.

 Me encantan los molletes y las tortas de milanesa, pero más la torta del Chavo para cenar, siempre con un buen bolillo por encima de cualquier pan de masa madre.

 Soy de Jalisco y extraño la acidez del birote.

He viajado desde Aguascalientes con cajas de bolillos en el avión —uy, con crema y su chile en vinagre—.

 Busco, busco y no busco esas donas de chocolate de panaderías antiguas, fritas en aceite y cubiertas con chocolate oscuro. Me recuerdan los campamentos de niña donde también nos servían orejas y banderillas doradas con leche fría.

 Alguna vez caí en la tendencia panadería del conejito Turín… y me arrepiento. Me echó a perder el conejito Turín de mi infancia que así solito era perfecto. 

 Los moños de azúcar me recuerdan a mi abuela Nena.

El pan de feria con anís a mis papás cuando vivíamos en Tepepan.

Siempre escojo un pan de muerto grande para el altar y otro un poco más chico para chopear con chocolate caliente.

Le daba lenguentazo a mi pan favorito para apartarlo ante la guerra con mi hermano para ganar la pieza más codiciada de la canasta en la mesa. Si, guacala, pero es una técnica milenaria. 

Las bolsas de chilindrinas en los semáforos y las gorditas de nata en la carretera de Toluca - CDMX.

 Por eso, ante el caso de Green Rhino, mi postura es clara:

no necesitamos que nos enseñen nuevas culturas del pan.

Necesitamos apreciar, proteger y cuidar la nuestra.

Queremos compartir nuestra tradición con quienes vienen a México y, como siempre lo hemos hecho, con gusto probaremos y aprenderemos de otros mundos.

Pero desde el respeto, desde la raíz y desde la memoria.

Así se ha construido la gastronomía mexicana:

compartiendo, sí, pero sin olvidar quiénes somos ni de dónde venimos.

¡Un Saludo al pan de Chinos y gracias por los bisquets!


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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