Por Pía Taracena Goût.
La noche del 4 de marzo de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump dio su primer discurso ante el Congreso de la nación americana. Un discurso largo, el más largo de la historia de ese país. El estado de la nación es un trámite constitucional. Usualmente son discursos cortos, de una hora más o menos, donde se reflejan las acciones hechas por la administración en turno a lo largo de un año, encabezadas por el presidente. En esta ocasión, Trump compartió sus acciones y decisiones de solo UN MES, (si así tardó, la que nos espera en el futuro).
Un discurso que estaba diseñado para cosechar aplausos tanto de su base, como de los republicanos presentes en el recinto. Un discurso en el que el presidente no dijo nada nuevo, nada, que a lo largo de su campaña no hubiera dicho y/o prometido. Quedó claro que su estilo es el mismo, acosar a los aliados, presionar para lograr sus objetivos, culpabilizar a los demócratas, en específico al presidente Biden, a quién constantemente le echa la culpa de lo mal que está el país.
Desde una visión más estratégica, Trump sabe desde siempre lo que quiere: proteccionismo en el comercio, acompañado de un neo-imperialismo expansionista que fortalezca a Estados Unidos en lo interno y en lo externo. De ahí que su discurso lo terminara con exclamaciones populares como “el amanecer de la edad de oro de América en el que el sueño americano regresa con más fuerza que nunca” Un sueño, que está planteado para americanos blancos principalmente. Reconstruir el sueño americano con, por ejemplo, el final de la cultura woke, la relocalización de las empresas tradicionales de marcas muy americanas, como las automotrices o la imposición del idioma inglés como el oficial. Fortalecer la identidad blanca y anglosajona, es uno de sus objetivos principales.
Para Trump, la audacia es lo que motiva el cambio y en ese sentido ha combinado la firma de órdenes ejecutivas, más de 400 y 100 decretos, con declaraciones bombásticas, como la amenaza de aranceles o que Canadá tendría que ser el estado 51 de Estados Unidos, (ha llegado a llamar gobernador, al primer ministro canadiense Justin Trudeau.)