Por Pía Taracena Gout
La paz entre naciones ha sido siempre un objetivo de la humanidad, a veces poco conseguido. Desde la paz de Westfalia de 1648 para terminar la guerra de los 30 años, pasando por la construcción de un sistema internacional, que desde el Congreso de Viena (1814-1815) organizó la alianza que derrotó a Napoleón y luego diseñó el mapa de Europa post-napoleónica, la creación de la Sociedad de Naciones en 1919, al final de la gran guerra y hasta la fundación de las Naciones Unidas en 1945, al final de la segunda guerra mundial, muestran distintos intentos de crear una arquitectura internacional para evitar el conflicto y por lo tanto las guerras, o también para lograr la paz después de las mismas. Pero siempre buscando crear un “orden internacional”, que no es otra cosa que reglas y acciones que solucionen pacíficamente los conflictos.
Cuando Rusia invadió Ucrania, el 24 de febrero de 2022, presidiendo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el orden internacional pareció estallar por los aires. Sobre todo, porque Rusia en su versión de Unión Soviética, fue uno de los países fundadores. En pleno corazón de Europa, una invasión a un país europeo por un país que en parte pertenece a la región y en parte a Asia, abrió una vez más viejos temores frente al expansionismo ruso.
El presidente Putin de Rusia nunca ha visto a Ucrania como un nuevo Estado/Nación que se autodetermina después de la caída del imperio soviético. Para el jefe de estado ruso, Ucrania, o al menos una parte de su territorio, le pertenecen a Rusia. El sistema internacional poco pudo hacer para evitar el conflicto. Una guerra que parece no tener fin ha encontrado no en la ONU, si no en Estados Unidos una especie de interlocutor de la paz. ¿Es esto real?
Poner sobre la mesa los motivos por los que el jefe de Estado norteamericano ha tomado la posición de “pacifista” frente a un conflicto que no es nada fácil de resolver, es un ejercicio estéril. En los últimos días hemos visto desplegada a la diplomacia norteamericana,que al estilo Trump, busca una “pacificación”en la que parecería hasta ahora, que Ucrania es quien tiene más que perder. La estrategia: dos reuniones bilaterales con Estados Unidos como “mediador”.
La primera reunión, fue en Alaska, en la que el presidente Putin y el presidente Trump hicieron creer que la paz estaría cerca. En realidad no se lograron los objetivos planteados por la administración Trump: el avance de un acuerdo de paz o la concreción de una fecha para la reunión trilateral entre Zelenski, Putin y Trump. Lo que quedó más claro es que Rusia aceptaría un final del conflicto, si Ucrania acepta ciertas condiciones, como reconocer que Crimea ya no es parte de su territorio, la cesión a Rusia de la región del Donbás y también que Ucrania jamás entraría a la OTAN.
La segunda en Washington D.C. capital de la nación, fue un cara a cara con el presidente ucraniano Zelenski y el presidente Trump. La plática se dio en torno a varios temas como el campo de batalla, garantías de seguridad para Ucrania, la devolución de prisioneros de guerra y civiles, de niños secuestrados por Rusia para rusificarlos y sobre todo la propuesta y aceptación del presidente ucraniano de reunirse en una reunión bilateral con el presidente Putin, quien nunca ha querido reunirse con Zelenski, no hasta ahora.
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