“Lo aprendemos de pequeñas: aprendemos a competir entre nosotras, a devaluarnos, a crearnos inseguridad. Vivimos en una necesidad constante de que nos acepten, de demostrar la propia valía.” Malas, Carmen Alborch
Siempre que pienso en el momento en que más internalizada tenía la idea de que las otras mujeres eran mi competencia, me remito al mismo lugar. Un programa matutino de televisión, conducido solo por mujeres. El mundo se veía tan chiquito desde ahí, si alguien cerraba un contrato con un anunciante, se sentía como si te lo hubieran arrebatado de las manos; si aquella tenía un buen intercambio con una marca de ropa, parecía imposible que tú consiguieras lo mismo; la ganancia de una, se veía y se sentía siempre, como la pérdida de la otra. Confieso que reconocía cuando sentía envidia, y aunque trataba de desmenuzarla hasta que desapareciera, nunca se me ocurrió lo obvio: preguntar a mis compañeras qué era lo que hacían para obtener lo que yo quería. Han pasado ya muchos años de esa época, pero fue hasta finales de la década de mis 30 que entendí cuánto tiempo había desperdiciado viviendo una idea ajena y equivocada. Esta es mi historia, pero la historia de una mujer, es casi siempre la historia compartida de todas.
Tengo una libreta nueva, su nombre es Opinión 51, y decido escribir de un lado los nombres de todas y cada una de las personas a quienes tengo algo que agradecer sobre el proceso de creación de este proyecto. No sólo se trata del mínimo acto de decencia, lo preparo como escudo por si hay tiempos complicados, pues la gratitud nos recuerda por qué estamos en donde estamos.
El primer nombre es el de Ivabelle Arroyo. El 10 de marzo de este año, Ivabelle publicó en El Economista la columna: La ilusión de libertad; el escenario de las columnistas en México. El dato más duro de su columna: Columnistas hombres hay alrededor de 500, columnistas mujeres, hay menos de 50. ¿Brecha salarial? Tres de cada cuatro tienen una remuneración simbólica o inexistente.
Teníamos que hacer algo. Hablé con Ivabelle, pensamos que quizá un sitio automatizado, con Google Ads, permitiría mediante un mínimo esfuerzo para publicar (no así para escribir), tener una remuneración por el trabajo que ya estábamos haciendo. Quedamos de hablar unos meses después y colgamos. Pasó poco tiempo, y compartí esta inquietud con Stephanie Lewis, el segundo nombre en mi lista. Abrió más los ojos y de inmediato tenía un plan de cómo tenía que hacerse, no era un sitio automatizado, en su cabeza y frente a un gin de frutos rojos, se había construido ya, una nueva plataforma de comunicación.
Lo que sigue a esta aventura son ya cientos de nombres y sus respectivos “sis”. Todas y cada una de las mujeres a quienes llamé para invitar en esta aventura, algunas las conocía personalmente, las menos y la mayoría a quienes identificaba por su trabajo y admiraba, todas coincidían en que era el momento para crear algo juntas. Quizá entendemos la importancia de tenernos cerca, cuando hacemos conciencia del trabajo que nos costó llegar hasta donde estamos, eso no lo ves mientras escalas, sólo hasta que tienes el tiempo suficiente para voltear a ver el recorrido, y reconocer el camino de quienes tienes a un lado.
Puedo permitirme dudar de mi capacidad, crecí más de veinte años entrenada para ello, pero es imposible dudar de la capacidad y la fuerza de más de setenta mujeres juntas. Estamos juntas no solo para escribir, para leernos, para cuestionarnos, para escucharnos y para hacer equipo. Estamos juntas para darle la justa dimensión que requiere la voz de quienes representamos el 51% de la población.
Hoy, hemos creado un medio que ha unido tantas voces poderosas que sería financieramente imposible para cualquier otro juntar. Lo logramos bajo tres conceptos: entender y reconocer nuestra fuerza, saber que nuestro trabajo tiene un valor económico que debe ser remunerado, y la de tener un modelo de negocio cuya prioridad es compartir.
Decían que no podemos ponernos de acuerdo ni para una tarde de café, ¿Para qué café? Si en todas estas tardes de Opinión 51 hemos tomado vino.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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