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Por Renata Roa

En una entrevista de trabajo, dos candidatos que van para un puesto de liderazgo tienen exactamente el mismo currículum. Cuando llega la entrevista de trabajo, uno de los candidatos contesta las preguntas con datos impecables, pero rígidos. No conecta, ni muestra una actitud sobresaliente. El otro llega con una gran actitud, preparado, sonríe, escucha con atención, conecta. Al momento de contar sus experiencias, muestra vulnerabilidad y hasta cuenta de una forma concisa, pero poderosa las varias veces que ha resuelto conflictos en equipo. Solo tienes una vacante, ¿tú a quién le darías el trabajo?

Durante años hemos llamado “habilidades blandas” a la comunicación, la empatía, el liderazgo, la gestión emocional, la creatividad, resiliencia, el pensamiento estratégico, sí, a todos esos superpoderes que marcan la diferencia. Suena inofensivo, como si fueran un accesorio bonito que se suma al verdadero poder: lo técnico. Y ojo, claro que es importante esta parte “dura”, pero en mis años de experiencia acompañando a mucha gente en organizaciones he notado que muchos se enfocan en alimentar estas segundas y en realidad las primeras tienen un impacto súper valioso y necesario en la carrera profesional y en la vida personal, sobre todo si la persona quiere emprender su propio proyecto o dirigir equipos en alguna organización ya establecida. 

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.