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Antes que otra cosa, queride lector, me encantaría preguntarle ¿usted está en crisis? Lo hago porque todo mi entorno y yo, lo estamos. Compartimos este sentimiento de caos, incertidumbre, de confusión, de preguntas, neblina en la mirada y no sé si por mi nombre, que significa renacer, he tenido muchas, pero esta me ha venido a cuestionar absolutamente todo.

Creo que el COVID nos puso a vernos en este espejo de realidad 360. Quien tenía deudas financieras, se volvieron más gritonas. El que tenía problemas de pareja, la convivencia lo volvió insostenible y hasta aumentaron los divorcios. El estar en casa aislados y sin la posibilidad de correr de nuestra realidad, nos obligó a verla de frente y sin filtros.

Se ha hablado mucho del impacto en la salud mental, pero creo que hay que diferenciar la crisis y sus matices a una enfermedad. Y claro que puede impactar una a la otra si no se sabe manejar bien. Si en vez de fluir y surfear las olas, buscamos controlar todo, eso nos lleva a salir golpeados y arrastrados.

Pero es muy diferente vivir un proceso de crisis en completa conciencia abrazando las emociones temporales que trae cada una, a no atenderla, huir de ellas y luego caer en una depresión que sí requerirá ayuda profesional y hasta tratamiento médico para superarla. La primera, es una increíble oportunidad en donde vemos todo en completa oscuridad, pero activar nuestra brújula interna, estar en silencio y hacernos preguntas que puedan guiar nuestro proceso, se vuelve parte increíblemente poderosa del proceso.

La crisis es ese lugar donde el nudo del bambú se hace. Por fuera no se ve crecimiento, pero está dando las bases, fortaleza y sostén para crecer con flexibilidad en el próximo tramo. Es el invierno en nuestras estaciones que invitan a resguardarnos para valorar lo importante, conectar con nosotros, nutrir nuestras raíces, dejar descansar nuestras ramas de tanto peso y prepararnos para otra primavera en dónde renaceremos con más fuerza y purificación si le cortamos lo que no servía.

Normalizar las dudas en la vida, debería de ser parte de nuestro proceso de evolución. Abrazar la pausa para hacer preguntas, muchas, que vayan ayudando a dar un paso a la vez con certeza y que en ese andar oscuro, vayamos  encontrándonos  con la luz del día. Entender que por mucho cliché, una crisis es una increíble oportunidad. Es el momento dónde el bebé ya no cabe en el vientre de la madre y decide venir a este mundo, pasando por un proceso incómodo, pero que luego vivirá con las miles de posibilidades de crecer.

Hoy crisis, te quiero agradecer las dudas que me has puesto enfrente. Sé que son necesarias para  crecer y sobre todo para corregir o reforzar el camino. Gracias porque la incomodidad que provocas me hace soltar el control y darme cuenta que entre más ligera y fluida camino, más fácil me es transitarte. Gracias porque sé que después de ti, viene a mí una manera más auténtica y fiel de vivir. Gracias porque caminarte con un propósito claro, me ha dado confianza en mi despertar y claridad para seguir escuchando las señales. Seguiré escuchándote y dejándome guiar por cada pregunta que nace de este caos en medio de una tranquilidad infinita.

@Renata_Roa

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