Y todo se resume en amor…

“Mi mamá preferiría que vinieras a esta fiesta que a su funeral”, así fue como hace una semana Helen, la prima de mi esposo, le compartía una imagen con una invitación.

Y todo se resume en amor…
Renata Roa
Por Renata Roa
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“Mi mamá preferiría que vinieras a esta fiesta que a su funeral”, así fue como hace una semana Helen, la prima de mi esposo, le compartía una imagen con una invitación para “Celebrar la vida”. Y es que esta historia empezó hace un año, a 10 horas de tomar un vuelo desde Inglaterra, de donde son, hacia la Ciudad de México. Mary, Carmel y Helen, la tía, mamá y prima de mi esposo, respectivamente, le mandaron un mensaje diciendo que Mary se había desvanecido y que iban de emergencia al hospital. Fueron días de múltiples estudios para detectar que tenía un tumor cancerígeno en una parte del cerebro. Difícil de tratar, con un ritmo de evolución rápido, pero a pesar de eso, decidieron hacerle la primera cirugía.

Estuvo consciente para monitorear que no se tocaran zonas sensibles vinculadas al movimiento o habla. Adrián voló después de la cirugía a verla. Es su segunda mamá, creció muy cerca a ella y no es por que sea mi pareja, pero se da tanto a amar, que su predilección por él es clara. Regresó devastado. “Crazy Mary”, como le decían por su actitud positiva, curiosa y divertida de la vida, se había ido junto con el 90% del tumor.  Desconocía, no se podía parar sola, pero poco a poco empezó a recobrar su autosuficiencia. Le siguió una serie de radiaciones y quimioterapia. Con muy baja energía, acudía a contados eventos familiares.

En algún momento se comentó que Helen había hecho un viaje a Suiza a visitar clínicas para muerte asistida. Cuando lo escuché, se me puso la piel chinita. No porque exista la eutanasia, me parece tan de inicios de siglo ese debate. Sino por las conversaciones que se abrieron dentro de mí: yo soy hija, mi papá también ha tenido cáncer, y ya sabrán la espiral de pensamiento infinito.

Todo parecía ir bien hasta que hace unas semanas empezó con síntomas que la llevaron a adelantar sus estudios. Descubrieron otro tumor en otra zona del cerebro. Volvieron a someterla a su segunda cirugía, pero a diferencia del camino recorrido el año pasado, en este no hay chance de radiaciones o quimioterapias. Y así es como llegamos a ese mensaje: “Mi mamá preferiría que vinieras a esta fiesta que a su funeral”. Leyéndolo con calma, hace todo el sentido, aunque suene rudo. Después de que Adrián me lo leyó, puso una nota al pie diciendo, después de esta fiesta, es probable que Mary tome una decisión. Al día siguiente compré los boletos para ir.

Se lo platiqué a uno de mis mejores amigos el Dr. Rodolfo Medina, que además es uno de los mejores geriatras en México, solo me dijo: “tienes que entender que hay gente que le tiene más miedo al deterioro que a la misma muerte”, él debe de saber. Luego a mi sobrina de 19 años que me dijo: “wow, pobre Adrian y qué contraste, hace un mes falleció de forma repentina el papá de Ana (mi cuñada) y mira esto.” Y esas preguntas que se abrieron cuando me enteré que habían ido a Suiza, ahora toman más fuerza. ¿Acompañar y aceptar que un ser amado elija una muerte asistida es el mayor acto de amor? ¿Elegir una muerte asistida sabiendo la demanda de cuidados que necesitarás será el mayor acto de amor? ¿Incentivar más las fiestas para celebrar la vida y no darle tanta fuerza y protagonismo a los funerales será el mayor acto de amor? Siguen dándome vueltas muchas otras más, pero me queda claro que cuando hablamos del dolor que causa una pérdida, solo puedo pensar que equivale a la cantidad de amor que se tenía por eso que perdimos. En pocas palabras, todo se resume en amor y sí, estamos deseosos de ir a esa fiesta a celebrar la vida, pero sobre todo la de Mary.

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@Renata_Roa

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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