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Por Rita Alicia Rodríguez

El ritmo conecta, pero la melodía irónica abre preguntas sobre roles y estructuras.

Solía pedirle a mi mamá que pusiera primero el lado A de su bien cuidado disco de vinilo donde sonaba aquella canción que me parecía divertida, poco antes de iniciar, según recuerdo, mi etapa en el kínder. Recuerdo preguntarme entonces qué hacía y quién era una “Pobre Secretaria” y notar que no había una sola respuesta posible. 

En pleno 2025, me he enterado de que la composición pertenece al talentoso cantante español Miguel Bosé y, además, la canción adquirió un resurgimiento, alumbrado por aparecer en una serie de éxito viral (aumento exponencial en reproducciones en Spotify, figura en el Top 50 de México y en redes sociales es tendencia). Así es que vemos a nuevas generaciones “tarareando” una melodía popular e irónica, que indirectamente, abre un espacio para plantearnos cómo ha cambiado (y en qué sentidos aún no hay cambios definitivos) el papel de la mujer en uno de los roles profesionales más emblemáticos y visibles de una estructura organizacional.

En la evolución cultural, social y tecnológica de las últimas décadas, ¿cómo se ha reflejado el impacto en quienes desempeñan esta función? ¿Se ha reescrito este rol?

Una primera evidencia de cambios es notoria en la transformación de las dinámicas corporativas, donde el rol ha transitado por adaptaciones tanto en funciones como en su denominación, estatus y competencias. De los estudios en carreras comerciales y auxiliares contables, donde la mecanografía, la taquigrafía y la asistencia administrativa eran eje central, se pasó a un perfil de Secretaria Ejecutiva, con vinculación directa a perfiles de líderes o direcciones.

Como siempre ha ocurrido con la incorporación de la tecnología, se alinearon habilidades y se abrió paso al manejo de los procesadores de texto, luego a los softwares de gestión, apertura a nuevos idiomas y, finalmente, a las plataformas digitales y redes corporativas. Actualmente, el perfil ha engrosado su alcance al punto que integra funciones para generar presentaciones, capacidades de administración estratégica y comunicación digital.

De hecho, el rol ya no es exclusivamente femenino, ni responde a una posición implícita de subordinación. En muchos casos, el cargo se mueve en denominaciones con rol de jerarquía dentro de los organigramas, lo que implica una profesionalización reconocida y multidisciplinaria.

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