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Por Rita Alicia Rodríguez.

La controversia mediática que expone los retos del liderazgo femenino y las condiciones laborales de las mujeres en industrias globales.

La reciente controversia que involucra a la Miss México y a un ejecutivo del máximo certamen de belleza internacional trasciende un simple conflicto mediático: representa, ¡una vez más!, la oportunidad para reflexionar y cuestionar la realidad sobre la voz y las barreras que aún enfrenta el liderazgo femenino. Más allá de los titulares centrados en la polémica y la misoginia, es fundamental examinar los retos estructurales y las condiciones laborales de las mujeres en el país de origen del ejecutivo, así como la presión que enfrentan quienes deciden marcar distancia frente a cualquier forma de abuso de poder.

Concursos de belleza: inmediatamente vienen a la mente esas frases típicas de las “chick flicks”, como Miss Simpatía, que terminan un discurso con “lograr la paz mundial”, el saludo en corto, corto, largo largo, la pose perfecta, la sonrisa perfecta, la imagen perfecta. 

¿Qué ha cambiado en esta narrativa desde entonces?

Licencias no renovadas, cierre de patrocinios, transmisiones televisivas limitadas, despidos y reestructuraciones al interior de la organización. ¿Y esto por qué? Porque el mundo, los medios de comunicación y la posición de las mujeres frente a él plantean otros escenarios. No sorprende, entonces, que este tipo de certámenes haya dejado de ser atractivo comercialmente: las audiencias ya no conectaban con la idea de que una sola mujer pudiera representar la “perfección mundial”. 

Frente a esto, la expectativa mostró una cara opuesta: información viral filtrada donde el discurso estaba anclado a cubrir referencias políticamente correctas para satisfacer audiencias, pero que pocas veces abordaba la complejidad real del liderazgo femenino y los desafíos que enfrentan quienes deciden alzar la voz frente a situaciones de poder desigual. 

Aquí hago un paréntesis que me parece importante resaltar porque pone en manifiesto un eje de valores clave. ¿Qué pasó? Con los “cambios organizacionales” se suponía que habría una renovación genuina, que se adaptaría a un nuevo esquema de operatividad e incluso que permitiría redefinir el certamen, pero no fue así. Lo que se tuvo como evidencia fue un intento de “alinear” discursos y falsas líneas de inclusión únicamente para aparentar. Y aquí vuelve a aparecer el problema: las apariencias. En un concurso de belleza puede no resultar irónico, pero en términos de comunicación es un obstáculo que mina credibilidad y coherencia frente a audiencias cada vez más críticas y exigentes que llevaban más de dos décadas cuestionando la legitimidad de este tipo de certámenes y su relevancia real.

Y con este contexto a cuestas, la representante de México se posiciona como una figura audaz, levantando la voz frente a situaciones que consideró injustas. La causa inicial de la diferencia de ideas quedó en segundo plano porque lo verdaderamente indignante fue que un ejecutivo y empresario tailandés ejerció un evidente uso indebido de autoridad frente a Fátima Bosch, descalificándola, evidenciándola, exponiéndola y aplicando sutiles represalias hacia quienes acompañaran su postura. En pocas palabras, un caso explícito de coacción jerárquica y presión institucional que revela dinámicas de poder estructurales en contextos laborales internacionales. 

Esta situación deja claro que el liderazgo femenino no se limita a la visibilidad en una pasarela, sino que depende de condiciones que aún requieren cambios. Para comprender la perspectiva de este “líder ejecutivo”:

• La brecha salarial de género en Tailandia es de aproximadamente 24 %, indicando que las mujeres ganan alrededor de tres cuartas partes de lo que ganan los hombres por trabajos comparables (UNDP Thailand, 2023).

• Más del 50 % del empleo femenino en Tailandia se encuentra en el sector informal, lo que limita acceso a seguridad social y beneficios laborales (World Bank Thailand Gender Notes, 2023).

• Las mujeres ocupan 16 % de cargos directivos en empresas privadas tailandesas, reflejando desafíos persistentes en liderazgo corporativo (ILO ThailandGender Statistics, 2022).

Este escenario nos mostró algo más: la reacción de quienes acompañan el momento. La típica escena en la que unos callan, otros evitan, algunos apoyan y otros juzgan, todo marcado por el miedo: miedo a represalias, a perder el lugar, a perder la posición, a ver desdibujado el camino recorrido hacia la meta individual. Es una imagen dura, cruel, pero reveladora.

Para ellas, “las misses” representan el camino hacia una corona, hacia las oportunidades que la exposición de un evento como este (o la idea que aún se tiene de este foro) puede ofrecerles. Por otra parte, la controversia permite poner en perspectiva las condiciones de equidad y dinámicas laborales de las mujeres en todos los países involucrados. Aunque, claro, estamos hablando de la mujer que representa al mundo, ¿no?

Sin duda, este lamentable caso deja un precedente más: detrás de la corona ya no puede (ni debe) haber únicamente glamour. Hay liderazgo, ética y desafíos que reflejan la voz y el papel de la mujer actual. Queda abierta la reflexión sobre si este tipo de foros y la exposición que representan pueden realmente contribuir a fortalecer esa voz o si seguirán siendo escaparates que maquillan y editan desigualdades bajo el brillo de una corona, detrás de un corto corto, largo largo.

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