La fiesta de los ejecutivos

Decidí contar mi historia con el señor Levy porque me dio muchísimo coraje ver cómo él se defendió.

La fiesta de los ejecutivos
Romina Sacre

El 28 de junio, la actriz Danna Ponce levantó una denuncia contra Coco Levy, productor de Videocine. Danna, mediante un live en su cuenta de Instagram, contó una historia de abuso sexual que sufrió en las oficinas de Levy, y mientras yo escuchaba cómo la narraba, sentía un hueco en el estómago por lo que me sucedió a mi.

Decidí contar mi historia con el señor Levy porque me dio muchísimo coraje ver cómo él se defendió en un video diciendo: “La mentira no debería ser un camino a la fama”. No sé en qué año cree que vive. Ya no estamos en 1995, cuando la carrera de una mujer se iba al caño por hablar y denunciar. Las cosas han cambiado y hoy sé que no hay nada que perder. Lo hago en solidaridad con Danna, para que sepa que no está sola y que –sí o sí– vamos a hacer justicia.

Conocí a Coco Levy en el 2012, cuando yo todavía quería ser actriz. Una amiga muy cercana que es actriz, me contactó con Coco para que me presentara y le contara que había estudiado en Nueva York. Fui a las oficinas de Videocine ubicadas en Coyoacán. Al principio Coco me cayó muy bien, se me hizo tipazo y después de contarle un poco de mi experiencia como actriz, le comenté que junto con mi amiga Sara Seligman, teníamos un guión llamado Plan V. Le conté de la trama y Coco me pidió que se lo mandara a su mail para que lo leyera. Traté de ocultar mi emoción y al salir de Videocine, en cuanto me subí a mi coche, le hablé a Sara para contarle la buena noticia: ¡Coco quiere leer nuestro guión!

Pasó una semana y recibí una llamada de su secretaria diciéndome que Coco quería verme en su oficina. Coco, que no paraba de fumar, me felicitó por el guión, dijo que le había encantado y que los personajes femeninos eran increíbles, llenos de fuerza... “Voy a presentarlo para que te compren el guión”.

Una tarde de abril de 2013, Sara, Geo (quien es una amiga importante en el medio) y yo, estábamos en el comedor de mi casa haciendo unos ajustes del guión de Plan V cuando recibí una llamada de Coco: “Hoy voy a tener una fiesta en mi casa, va a estar mi jefe (en aquél entonces Fernando Pérez Gavilán) y sería la oportunidad perfecta para que le cuentes de tu guión. Trae a Sara”. La respuesta fue un rotundo “¡sí!”. Sara y yo teníamos todo en nuestra mente, cómo íbamos a hablar con Pérez Gavilán para contarle de la película. ¡Estábamos brincando de la emoción por la oportunidad! Geo nos bajó un poco la emoción diciéndonos: “Yo las acompaño, no sé qué tipo de fiesta vaya a ser”.

Sara, Geo y yo llegamos a una casa en Bosques de las Lomas y en ese mismo momento que nos bajamos del coche, un alto ejecutivo de Televisa iba entrando también. Pensé: “¿No era una fiesta? ¿Qué hace este Don Chingón de Televisa con unas botellas de champaña?”. Se me hizo rarísimo, pero a Don Chingón Televisa se le hizo aún más raro ver a Geo en la fiesta. “¡Geo! ¿Qué haces aquí?” (Geo, no tenía nada que hacer ahí, lo que incrementó mis sospechas). ¿Pues en dónde estamos?

Coco nos recibió con alegría, pero cuando vio a Geo se le cayeron un poquito los calzones. No esperaba verla ahí. Como si el hecho de que Geo estuviera ahí fuera a arruinar su diversión. No era una fiesta como había dicho Coco o, al menos, como me lo imaginé. Era una reunión, en una sala donde había entre ocho y 10 mujeres de edades entre 19 y 28 años. Me sentía como cuando iba a hacer castings, rodeada de mujeres guapas, con cuerpazo. Éramos un montón de mujeres y cuatro señores poderosísimos de la industria del entretenimiento: Coco, Don Chingón de Televisa, Fernando Pérez Gavilán y otro señor que nunca supe quién era. Al ver la concurrencia me senté en la barra y agradecí haber tenido una cajetilla llena de cigarros para fumar y distraerme; para ocultar mi incomodidad.

Era obvio que no era una fiesta, era una reunión para seducir a chavitas. Coco propuso que cantáramos karaoke y varias de ellas se echaron canciones como “Acaríciame” (donde se tocaban el cuerpo) y Fernando Pérez Gavilán le decía: “Nadie se fija en cómo cantas con ese cuerpo que te cargas”. Otra chava cantó la de “Me haces tanto bien” de Amistades Peligrosas y veía a los ojos a Coco diciéndole: “enséñame a bajar tu cremallera, ya sabes dónde voy”. Los señores felices con el espectáculo, yo incomodísima. Estuvimos alrededor de hora y media, y Sara, Geo y yo salimos asqueadas por lo mucho/poco que habíamos visto.

Recuerdo que en el trayecto de regreso estuvimos en completo silencio. Poco a poco me cayó el veinte de cómo funcionaban las cosas en Videocine.

Pasó una semana y recibí una llamada de la secretaria de Coco, que quería verme en su oficina para platicarme unas cosas. Llegué a ver a Coco y esa vez, en cuanto cerró la puerta, comenzó con su monólogo:

– ¿Sabes por qué no te propongo como protagonista? Porque no explotas tu sensualidad. Vete nada más: ¡te caes de buena, mamita! Tú tienes que aprovechar que los productores quieran algo de ti, no lo veas como algo malo... Piensa en ser como Angelique Boyer, que entres a un lugar y todos te quieran coger... ¿Sabes cuál es tu problema? Que eres muy fresa. Mi hermana era igual que tú (refiriéndose a su hermana, Mariana Levy, actriz, QEPD) y no, ¡no salía con productores! (Esto último diciéndolo en tono sarcástico). Yo pienso en ti como una mujer culta, inteligente, pero nunca en la protagonista de una película. Si quieres el protagónico tienes que arriesgarte más.

No sé cuánto tiempo estuve ahí. Pudieron haber sido 20 minutos o una hora 40, pero no me moví de mi silla. Solo lo escuchaba y le decía: “tienes razón, Coco, gracias por los consejos”. Salí asqueada, sintiéndome una pendeja ilusa. Tomé mi celular y le marqué a Sara: “Así está la cosa, a menos de que tú te cojas a Coco la película no se va a hacer. Me dejó clarísimo cómo funcionan las cosas en Videocine”. Sara no podía creerlo. Estaba en shock. A pesar de que no me había tocado físicamente, fue como si lo hubiera hecho porque el acoso no solo es físico, sino también verbal. Coco Levy abusó de su poder para tratar de convencerme que “salir con productores para obtener papeles no era algo malo”. Ardía en coraje de no haberme salido de esa sala, de haberme quedado callada...

Durante ese trayecto pensé en lo afortunada que era de tener una familia y amigos a los que les podía contar esta experiencia y que me fueran a creer. Pensé en aquellas que no tienen las mismas herramientas que yo y accedieron por el simple hecho de creer que es algo “normal” dentro de la industria del entretenimiento.

Pasó exactamente un año y Videocine nos compró a Sara y a mí el guión de Plan V. No volví a ver a Coco Levy más que en la premiere de Plan V, donde me felicitó y me dijo que era una chingona. Sí me sentía orgullosa del logro, pero fue tan horrible toda la experiencia de ese guión, que no lo pude disfrutar como me hubiera gustado.

¿Por qué me tardé nueve años en contar esta historia? Porque no tenía el valor de hacerlo público. Por miedo. Porque tristemente en un país como México estos hombres con poder siempre ganan. Porque a las mujeres no nos creen. Porque creía, en aquel entonces, que si lo denunciaba mi carrera de actriz se iba a ir al caño. Pero hoy sé que, además de que no estoy sola, no voy a quedarme callada viendo cómo no existen consecuencias para este tipo de abusos. Lo hice público porque quiero que Danna o cualquier otra mujer que haya pasado por una experiencia similar sepa que no está sola. Que somos un CHINGO DE MUJERES que nos apoyamos y que no vamos a dejar que este tipo de situaciones sigan sucediendo. Para que se haga justicia.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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