Por Rosa Covarrubias
Justo cuando muchos pensaban que la carrera de Memo Ochoa estaba llegando a su fin, que los equipos relevantes ya no mostraban interés en contratarlo y que Mazatlán o Querétaro serían su destino final, el arquero mexicano sorprendió al encontrar cabida en un modesto equipo de una isla del Mediterráneo: el AEL Limassol, de Chipre.
Para algunas personas, este movimiento representa un retroceso más en su carrera deportiva, una que ha estado marcada por la insistencia y la perseverancia del guardameta en su afán de mantenerse en el balompié europeo. Desde su llegada al Ajaccio de la Ligue 1 francesa en 2011, Ochoa ha vestido los colores de seis clubes en el viejo continente: Málaga, Granada, Standard de Lieja, Salernitana, AVS Futebol y ahora, el séptimo, el AEL Limassol. Lamentablemente, con tres de ellos terminó descendiendo de categoría.
Ochoa siempre ha puesto por delante el sueño de jugar en Europa, sin importar si era con un equipo de media tabla o en plena lucha por no descender. Ha ganado experiencia, sí, pero también detractores, especialmente por números que muchas veces no lo favorecen.
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