Por Sandra Romandía
En la antesala del segundo piso de la autodenominada Cuarta Transformación, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) se enfrenta a una crisis estructural que amenaza la integridad de millones de derechohabientes.
En Emeequis, revista de periodismo investigación que dirijo, hemos documentado varios de los problemas en el sistema de salud, denunciados en documentos internos donde se reconocen las carencias y las debilidades de fondo.
Hoy, en otro capítulo más de la etapa entregas, publicamos un reportaje de Alejandro Alatriste sobre cómo el IMSS continúa operando con equipos quirúrgicos que han superado con creces su vida útil, algunos con más de 30 años de antigüedad, poniendo en riesgo la salud de los pacientes y evidenciando una alarmante negligencia institucional.
La normativa oficial mexicana establece que los equipos de quirófano deben ser reemplazados cada cinco años. Sin embargo, el IMSS reconoce que 95 de los 159 equipos destinados a intervenciones quirúrgicas en 11 unidades médicas de segundo y tercer nivel no han sido sustituidos en el tiempo requerido, operando con graves desgastes y presentando fallas intermitentes que menoscaban la calidad del servicio. Esta situación no solo retrasa la atención médica, sino que también incrementa el riesgo de complicaciones, morbilidad y mortalidad en los pacientes.
Ejemplos concretos ilustran la gravedad del problema: en el Hospital de Traumatología y Ortopedia 21 de Monterrey, el electromotor para microcirugía carece de precisión en tejidos delicados debido a su tecnología obsoleta, aumentando el riesgo de daño en nervios y vasos sanguíneos. En el mismo hospital, el electromotor para macrocirugía presenta desgaste en el sistema de corte, incrementando el esfuerzo quirúrgico y el riesgo de errores. En el Hospital General de Zona 48 San Pedro Xalpa y en el HTO 21 Monterrey, los craneótomos eléctricos muestran desgaste del motor y falta de refacciones, obligando al uso de herramientas manuales menos precisas y aumentando el tiempo quirúrgico.
La situación se agrava cuando los equipos deben ser prestados entre hospitales o cuando los médicos residentes aportan su propio instrumental, una práctica que, lejos de ser una solución, evidencia la precariedad del sistema. El mantenimiento preventivo y correctivo, así como el préstamo de instrumental, no garantizan intervenciones quirúrgicas de calidad, y el IMSS admite que el servicio se brinda bajo un riesgo constante de falla en la continuidad, seguridad y confiabilidad.
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