Por Sandra Romandía
En esta era digital, donde la información fluye a la velocidad de un clic y la privacidad parece ser solo una ilusión desvanecida, nos encontramos ante un escenario que bordea lo surrealista. Parece que en el vasto territorio de la red, la protección de datos personales se ha convertido en una especie de juego de feria, donde la vulnerabilidad de cada individuo se expone sin compasión ni miramientos. México, país de contrastes y paradigmas, no escapa a esta tendencia, como lo evidencian una serie de acontecimientos recientes que rayan en lo absurdo.
El primer acto de esta tragicomedia moderna lo protagonizó el mismísimo presidente de la nación, Andrés Manuel López Obrador, quien en un gesto que desafía toda lógica y prudencia, exhibió ante los medios de comunicación el número de teléfono celular de una periodista del New York Times. La reportera, lejos de recibir respuestas a sus preguntas, se vio inmersa en una vorágine de exposición que atenta contra los más básicos principios de respeto y privacidad.