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Por Sandra Romandía

Los dos ancianos, él y ella, pareja en desamparo, son desalojados de lo que fue su hogar, quizá su propiedad, durante décadas, o incluso herencia. Salen del inmueble, del terreno, con los rostros desconcertados, como si escaparan de sus propias vidas.

Puede ser por deudas ajenas, por rentas atrasadas, imagina el vecino o el transeúnte. Nada semejante a eso. La desgracia de la pareja es parte de un negocio inmobiliario practicado de manera sistemática por redes de abogados, funcionarios, golpeadores, que cada día engordan sus patrimonio con esos desalojos.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.