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Por Sandra Romandía

Que si cientos de miles de personas marchan por la democracia, para defender al INE, son oligarcas. 

Que si los transportistas se manifestan y paralizan carreteras para exigir seguridad tras el asesinato de decenas de choferes, son politiquerías.

Que si un medio de comunicación con periodistas ganadores de Pulitzers publica información de la relación de los cárteles con el oficialismo, son vendidos.

Que si se habla de la narcoviolencia y asesinatos hacia los políticos en este proceso electoral, son exageraciones de los adversarios.

Que si se manifiestan los que no son los nuestros, por tanto son los conservadores, hay que quitarles la bandera porque no son pueblo.

Hoy parece reconocerse como habilidad tergiversar la realidad y desacreditar cualquier voz discordante. Luego de todo, por eso se dice que estamos viviendo en la era de la post verdad. ¿Qué es la post verdad? Es esa habilidad magistral para tergiversar lo que sucede, para desacreditar cualquier voz discordante y para manipular las percepciones públicas en aras del poder y la conveniencia política. En lugar de investigar a fondo estas acusaciones, se las desecha rápidamente como meras mentiras urdidas por los adversarios. Parece que la realidad se convierte en una víctima colateral en el campo de batalla político, sacrificada en el altar de las ambiciones personales y partidistas.

Cabe perfectamente la pregunta: 

¿Quién necesita la verdad cuando se puede tener el poder?

Contraponer palabras a los hechos, casi siempre es la peor alternativa para el control de daños. 

Es evidente que nos hallamos inmersos en una época donde las distorsiones de la verdad son moneda corriente.  La negación de la realidad impide el éxito, y de hecho la existencia, de cualquier estrategia, pues los hechos son la materia prima de todo diagnóstico, incluso a nivel personal. 

Pero en los asuntos de Estado, la negación del río no ayuda a la construcción del puente.

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@Sandra_Romandia

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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