Soy cazadora de albercas

Siempre que sufro una decepción, no hay mejor lugar para curarme que una alberca.

Soy cazadora de albercas
Señorita Lechuga
Un@s tienen una habitación propia.

Un@s una casa en tiempos difíciles.

Un@s más, somos cazadores de albercas.

Siempre que sufro una decepción, no hay mejor lugar para curarme que una alberca. Como si el cloro fuese una fórmula que ofreciera bienestar en cuanto se respira. Ahí se contienen todas las lágrimas que no me atrevo a llorar. Hace unos días Valeria Villa compartió un texto hermoso sobre la natación y en ese acto democrático, le agradezco que me invitara (ella sin saberlo) a reflexionar sobre uno de mis espacios seguros: la alberca.

Soy cazadora, de albercas.

Desde niña mi papá me llevaba a nadar en aguas abiertas, sobre sus hombros escalaba las olas, asoleados y unidos los dos.

Aprendí a nadar aproximadamente a los 6 años, recuerdo una foto donde poso con un traje de baño de la mujer biónica, desde entonces la alberca ha sido mi propio espacio de seducción, de magia.

Un cuerpo suspendido, esa comunión que no tengo en otra parte conmigo misma,  recorro el carril y recorro mi vida, mientras braceo, pienso en cuál de mis últimas decisiones fue errónea, cuál fue benévola, cuál fue acertada. Izquierda, derecha, mi rostro bajo el agua 5 segundos, sacar la cabeza, sentirme cómoda, no importa el peso que carga mi cuerpo, no importan las penas que atravieso, no importa nada, sólo respirar, flotar, bracear, respirar, aquí y ahora. Sacar la cabeza, observar la perfección del cuerpo, horizontal, ininteligible.

Admito, no soy buena nadadora, avanzo en mis destrezas, boto por ahí la disciplina, regreso a nadar y me atraso de nivel. Tenía más de mil días sin nadar, mis brazos no fueron tan rápidos, mis piernas tampoco; el entrenador, como un juez impecable y autónomo, me hizo retroceder de carril, al primero, con los que no saben nadar, con los que apenas están aprendiendo a respirar bajo el agua, así es la vida, enseñándome que, aunque quiera avanzar, a veces es necesario aprender a respirar, a flotar, a vivir, a dar los primeros pasos para no hundirme, para vivir de nuevo la felicidad del primer carril, ahí donde se ven de cerca los rayos de sol por la mañana.

@lechugasrita

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