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Por Sofia Guadarrama Collado

Marcelo Ebrard Casaubón comenzó su carrera política en 1981 a los 22 años de edad y lo hizo como secretario de Planeación y Presupuesto. De ahí brincó del Programa de Renovación de Vivienda Popular a la elaboración y aprobación de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección del Ambiente, a la dirección general del Departamento del Distrito Federal, hasta ser nombrado secretario general del PRI en el D.F. Entró a las grandes ligas de la política mexicana con apenas 30 años de edad, como secretario general, en el gobierno del Distrito Federal, mientras Manuel Camacho Solís era regente y Carlos Salinas de Gortari, presidente de la República. 

Aquel joven funcionario tuvo que lidiar, y a veces sobornar, a un politiquillo alborotador llamado Andrés Manuel López Obrador, que con frecuencia invadía la plancha del Zócalo con contingentes traídos desde Tabasco.

Renunció al PRI en 1995, se pasó al PVEM, luego al PRD y terminó en las garras de López Obrador. 

Marcelo Ebrard pudo ser presidente en 2012. Tenía todo para ganarle a Enrique Peña Nieto —una aprobación de 74.4% por su gestión como Jefe de Gobierno del D.F., una mayoría que no quería el regreso del PRI, otro tanto que tampoco quería a López Obrador, el apoyo del PRD, las puertas del PAN abiertas y un puñado de priístas que lo conocían y confiaban en él— menos la bendición de AMLO quien por aquellas fechas aún tenía muy mala fama en el electorado por el bloqueo de Reforma en 2006. La prueba está en que en 2012 perdió las elecciones. 

Andrés Manuel López Obrador le puso el pie a Marcelo Ebrard una y otra vez para que no llegara a la presidencia. La primera, en 2012, cuando le arrebató el derecho, a pesar de que Ebrard había ganado en las encuestas. ¿Por qué? Simple, ¡Porque podía!, ya era dueño del PRD y porque su intención era llegar primero. Siempre él. Primero él, después él y al final él. Lo convenció de que, si ganaba en 2012, Ebrard sería candidato en las elecciones de 2018. Caray, Marcelo, si ya sabes cómo es López.

Ebrard debía saber que eso podía pasar. Lo vio en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, quien había pactado con su amigo Manuel Camacho Solís en postularlo para la presidencia en las elecciones de 1994.

Igual que Muñoz Ledo en el sexenio de Echeverría; Reyes Heroles en el de López Portillo y Bartlett en el de De la Madrid, Camacho Solís creía asegurado el dedazo. 

Según sus expectativas, si su padrino político, Manuel Camacho Solís hubiera sido presidente, Ebrard habría sido su Secretario de Gobernación y a sus 40 años de edad, en el 2000, habría sido el candidato presidencial del PRI. Algo que no ocurrió pues el tapado era Luis Donaldo Colosio. El francés Joseph-Marie Córdoba Montoya, asesor Carlos Salinas de Gortari, impuso a Ernesto Zedillo Ponce de León y Manuel Camacho Solís perdió para siempre su oportunidad de llegar a la presidencia.

En 2023, Ebrard volvió a caer en la trampa de AMLO y se aventuró a hacer campaña para ser candidato de MORENA para la presidencia. Otra vez, López Obrador le puso el pie. Nunca tuvo intenciones de dejarlo pasar. Y jamás lo dejará ser presidente de México. Por una simple razón, Marcelo Ebrard no es de izquierda. Tampoco es de derecha. Siempre ha sido centralista. 

Sí él llegará a ser presidente de México, se deslindaría del proyecto de MORENA y crearía su propio proyecto, tal y como lo hizo en la Ciudad de México, cuando fue jefe de gobierno: promovió la despenalización del aborto; defendió los derechos de la comunidad LGBT con el proyecto Ciudad de Libertades, apoyó programas que cuidaban el Cambio Climático, estableció el sistema Ecobici, el programa Prepa Sí, amplió la pensión alimenticia para adultos mayores, creó una unidad especial de inteligencia contra el lavado de dinero, hizo cambios significativos al Centro Histórico, construyó los hospitales en Tláhuac, Iztapalapa y el Ajusco Medio en Tlalpan, amplió 350% el sistema Metrobús y llevó a cabo muchas obras públicas, entre ellas, la construcción de la Línea 12 del Metro, su mayor descalabro, después del incendio de la discoteca New's Divine, en la que fallecieron 12 personas en un fallido operativo policiaco y los linchamientos de policías federales en San Juan Ixtayopan, en Tláhuac.

Después de su fracaso en las elecciones internas de MORENA, muchas personas creímos que Ebrard abandonaría el partido. También se dijo que crearía su propio partido. Y cuando informó que permanecería en MORENA, se dijo que su carrera estaba terminada. Le fue peor cuando se anunció que sería el Secretario de Economía de Claudia Sheinbaum. 

¿Por qué no se ha alejado de López Obrador? Hay quienes dicen que es por lealtad ya que AMLO le salvó el pellejo en los casos de Tláhuac, New 's Divine y la Línea 12 del Metro. Algunos analistas han sugerido que es por temor a que López le saque sus trapos sucios al sol o le abra carpetas de investigación. Otros creen que no tiene sangre para lidiar con el PRI y el PAN. Pero la realidad es que es un político pragmático, paciente, persistente, audaz, negociador y superviviente. Tiene la piel muy dura y nada de lo que se diga de él le afecta.

La semana pasada Marcelo Ebrard recibió licencia para separarse del Senado por tiempo indefinido, por dos razones: la que ya era conocida por todos: será el futuro Secretario de Economía. Y la segunda: para no votar a favor de la Reforma del Poder Judicial, la cual ha provocado que el peso se deprecie 20%, de $16.44 a $20.06.

Marcelo es un viejo lobo de mar. Tiene perfectamente claro que la Reforma es un desvarío de López Obrador y que lo único que conseguirá será un conflicto gigantesco con nuestros principales socios comerciales, Estados Unidos y Canadá, con quienes se intercambian 3.1 millones de dólares por minuto gracias al T-MEC.

¿Con qué cara va a intentar convencer a los norteamericanos de que no saquen los 232,280 millones de dólares que tienen invertidos en nuestro país? Con la única carta que puede jugar: Yo no fui. Yo no voté por la Reforma. Yo aquí estoy de su lado. Disculpen las estupideces del expresidente de México.

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@SofiaGuadarramaC

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