Por Sofía Guadarrama Collado
En las últimas dos semanas, algunos columnistas y comentaristas de radio y televisión han celebrado que, a un mes de haber dejado el poder, López Obrador no se ha manifestado públicamente.
En esta misma columna yo pronostique que sí lo hará. Todavía no es tiempo. Cuando lo haga, será en grande, como una súper estrella, como a él le gusta que lo veneren. Es un hombre sumamente inteligente. Mucho más de lo que muchos creen. Su astucia va más allá de los límites de las y los ciudadanos comunes y corrientes. Cuando nosotros estamos analizando el golpe que nos dio hace tres meses él ya tiene medido el que nos dará en una semana, en un mes, en seis meses y en los próximos años.
La muerte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya había sido anunciada desde que el presidente López Obrador la condenó en sus mañaneras. Para salvar la democracia de México y los empleos de jueces y magistrados, el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá ofreció un punto medio. Este martes, siete ministros de la Suprema Corte se vistieron con chalecos de dinamita y el ministro Pérez Dayan encendió la mecha y les dio el tiro de gracia.
El Poder Judicial ha muerto. Se acabó el Estado de Derecho. (O lo poco que se había obtenido en las últimas décadas). Van por los órganos autónomos, el INE, el INAI y los plurinominales. Tendrán el poder absoluto.
López Obrador no está llorando en su rancho. Es más, quizá ni siquiera esté allá. Tampoco está deshojando margaritas ni jugando ajedrez como ancianito acabado. El debe seguir con la misma rutina que ha llevado desde hace 25 años.
Durante el sexenio pasado, se hizo viral una publicación que aseguraba que después de la mañanera, el presidente López Obrador no tenía nada en su agenda. Y él no le dio importancia. Los dejó que se tragaran esa mentira. Una mente maquiavélica como la de AMLO nunca descansa. Aunque no tuviera reuniones, aunque no saliera del país, él siempre estuvo trabajando en su plan maestro: desmantelar el sistema de gobierno y establecer uno idéntico al de Cuba y Venezuela.
De acuerdo con el periodista y escritor Rubén Cortés: “La Habana tutela y monitorea el diseño, la estructura y la ejecución del desmantelamiento de la democracia en México, al igual que lo hizo en Venezuela y en Nicaragua. […] Tras la caída del Muro de Berlín, y con ello el fin de la estrategia cubana de exportar el comunismo en América Latina mediante focos guerrilleros y movimientos insurgentes urbanos, La Habana rediseñó el método, y ordenó a los políticos latinoamericanos (que adiestró por años para la toma del poder en sus países) cambiar la estrategia, que consiste -desde mediados de los 90- en reventar la democracia desde adentro, aceptando las reglas del juego democrático para ganar las elecciones y luego destruir el Estado de Derecho.
„El actual presidente de México es (junto con Maduro, de Venezuela; Lula, de Brasil; Evo Morales, de Bolivia; Ortega, de Nicaragua; o Petro, de Colombia) integrante de la miríada de políticos latinoamericanos con formación cubana y manutención castrista.
„Hasta entrado en sus 50 años [actualmente tiene 70], el actual presidente de México sólo había salido dos veces del país, y las dos fueron a Cuba. En 2006, Fidel Castro lo destapó en uno de sus textos habituales en Granma, al escribir que «López Obrador será la persona de más autoridad moral y política de México cuando el sistema se derrumbe y, con él, la mafia del poder»”.
Sobran las evidencias: en el sexenio pasado 585 médicos fueron enviado por el régimen cubano a México, el país le pagaba directamente a Cuba 255 millones 873 mil 177 pesos, aproximadamente 3 500 dólares al mes por cada médico, ellos sólo recibían el 25 por ciento si regresaban a Cuba. En 2021 México donó 800 mil jeringas y agujas a Cuba. Desde 2022, México le compra 200 toneladas mensuales de piedra rajón, utilizadas para hacer el balasto que se coloca en las vías del tren maya. También adquirió nueve millones de dosis de la vacuna cubana contra el COVID. Este año México les envió 100 toneladas de carne tras impacto del huracán Óscar. También les regaló 400 mil barriles de petróleo crudo que les acaban de enviar, más los 200 millones de dólares de petróleo que les mandaron en 2023…
El otro día, un amigo —cuyo nombre no puedo mencionar aquí y que ha sido funcionario en altos cargos del gobierno—, me aclaró un dato que me provocó escalofríos, un dato que ya se rumoraba, pero que hasta ese día yo no podía afirmar, Andrés Manuel López Obrador sigue siendo el presidente de México.
Desde su toma de posesión hasta el día de hoy, Claudia Sheinbaum se ha referido a él como el presidente Andrés Manuel López Obrador. Jamás, ni de cerca, a un ex. Esto explica su comportamiento autoritario, su indiferencia y su falta de escrúpulos. Está siguiendo órdenes. Esto explica por qué su gobierno no ha cambiado en nada en comparación con el anterior. Está siguiendo órdenes. Esto explica los albazos en el congreso y el senado. Está siguiendo órdenes.
En su columna Serpientes y escaleras, Salvador García Soto escribió que, cada mañana Claudia Sheinbaum se reúne con un pequeño grupo de asesores, entre los que destacan Jesús Ramírez Cuevas, exvocero de López Obrador, y Jenaro Villamil, director ratificado del Sistema Público de Radiodifusión. “Quienes han atestiguado esas reuniones, comentan que cuando Jesús Ramírez habla y propone temas, parece que no sólo habla a título personal, sino de su antiguo jefe. […] por la forma en que se expresa y hace sus comentarios […] pareciera que habla a nombre del expresidente”.
Estamos siendo gobernados bajo un Maximato: Claudia es la encargada del despacho, pero Andrés es el que da las órdenes. Por muy absurdo o fantasioso que esto pueda parecer. López Obrador no tiene un pelo de tono. Es un político astuto. Sabe mover sus piezas. Tiene la piel muy dura. No se dobla. No le teme a nada. No tiene escrúpulos ni sentimientos. Nada le duele ni lo acongoja emocionalmente. Se puede morir un millón de personas por COVID y a él le da igual.
Sí, hay quienes dicen que le tiene miedo a Donald Trump o que les tiene miedo a los altos mandos del crimen organizado. Quizás a ellos. Pero tengo mis dudas.
El presidente López Obrador sabe qué es lo que quiere el recién electo presidente Donald Trump. Hablan el mismo idioma. Los dos son populistas, alborotadores, escandalosos, mitómanos, sexistas y racistas.
La encargada del despacho le dará los elementos de la Guardia Nacional que demande Trump en la frontera. Y si es necesario, les abrirá la puerta muy discretamente para que entren por los mayos y los chapitos, con una condición: que no se metan con los asuntos internos del país, que los dejen demoler a los órganos autónomos, la democracia y las instituciones. Con eso mataría tres pájaros de un tiro: se quita a Trump, a los mayos y a los chapos de encima y los dejan gobernar a sus anchas.
¿Y si Trump no cumple con el acuerdo? El gobierno mexicano tendrá un millón de razones para justificar el fracaso y la pobreza en la que quedará México al final de este sexenio. ¡Todo es culpa del imperio yanqui!
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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