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Por Sofía Guadarrama Collado

La historia política mexicana, tan dada al ritual y al simulacro, ha convertido la «lucha contra la corrupción» en una ceremonia de iniciación presidencial. 

Apenas se ciñó la banda presidencial, José López Portillo con una teatralidad que ya quisiera cualquier actor de carpa, montó su «estrategia anticorrupción». ¡Zas! Ordenó que le echaran el guante a los pillos del sexenio anterior. Un acto de purificación que, por supuesto, nunca contaminó a su «padre político», Luis Echeverría.

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