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Por Sofía Guadarrama Collado

Esta es mi columna 151, que coincide ligeramente con el nombre de Opinión 51 y por ello aproveché la ocasión para escribir sobre escribir

Amo escribir. Vivo para escribir y escribo para vivir. Escribo porque no sé vivir de otra manera. Escribir es respirar, sí, pero es también inhalar el polvo de los sueños, el humo de la tristeza, el perfume de la memoria. Escribir ha sido, desde mi infancia, una vocación íntima y persistente. A los ocho o nueve años, las historias comenzaron a gestarse en mi mente con la naturalidad de quien respira sin advertirlo. La escritura, como el aire, no siempre es pura; a veces se contamina con las exigencias del entorno o las propias inquietudes. 

Siempre quise escribir una columna. Y ahora que la tengo, debo admitir que no siempre me hace feliz. Mi columna es un faro en la niebla: a veces me guía, otras me extravía. Tener una columna es como tener un megáfono en una manifestación: no siempre sabes si te escuchan porque gritas o gritas para que te escuchen. Mas no es la escritura lo que me duele, sino los temas de los que siento que debo escribir.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.