Por Sofía Guadarrama Collado
Por décadas el campo mexicano ha sido el espejo más honesto del país: refleja con crudeza nuestras promesas rotas, nuestras prioridades tergiversadas y nuestra incapacidad para construir políticas de largo aliento. El 28 de octubre de 2025, ese espejo se rompió en mil pedazos. Miles de agricultores, con tractores y pancartas, tomaron carreteras, casetas y plazas públicas en más de veinte estados para exigir lo que debería ser incuestionable: un precio justo por su maíz. No pedían limosna, pedían dignidad.
“Sin campo no hay país”
La respuesta del gobierno federal, encabezado por Claudia Sheinbaum, fue tan lenta como burocrática. Ofrecieron 6,050 pesos por tonelada de maíz blanco, cuando producirla cuesta al menos 7,200 pesos, lo mínimo para cubrir gastos de semillas, fertilizantes, agua y transporte.
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