Document
Por Sofía Guadarrama Collado

Carlos Alberto Manzo Rodríguez nació el 9 de mayo de 1985 en Uruapan, Michoacán, ese enclave agrícola que ostenta con orgullo el título de capital mundial del aguacate, pero que también carga, como un estigma, la condición de epicentro de una violencia estructural que ha hecho del crimen organizado no sólo un actor político, sino un interlocutor cotidiano.

Manzo no fue manso; al contrario, desde el principio fue un bicho raro, destinado no a vivir una vida común ni a seguir el curso apacible de los hombres que se doblan ante el viento, sino a ser tempestad, a ser trueno, a ser la voz que se alza cuando todos callan, a ser el hombre que camina con paso firme por los caminos rotos de la patria, buscando no poder, sino justicia; no gloria, sino verdad.

SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.