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Por Sofía Pérez Gasque

La geopolítica solía parecer un tema lejano. Aranceles, guerras comerciales, disputas por territorio, acuerdos multilaterales… conceptos que rara vez se cruzaban con la vida diaria de una mujer empresaria en México o en América Latina.

Hoy ya no es así.

En un mundo interconectado, las decisiones que se toman entre Washington y Beijing, o entre Bruselas y Moscú, tienen consecuencias directas en las cadenas de suministro, los costos de exportación, la estabilidad cambiaria y la disponibilidad de insumos. Y esas consecuencias no son neutras: afectan de manera distinta a diversos sectores, regiones y, sí, también a distintas personas.

Las mujeres empresarias son parte esencial del tejido económico de nuestra región. Lideran desde pequeñas y medianas empresas hasta industrias en expansión como el comercio electrónico, la manufactura ligera, el agroemprendimiento o los servicios digitales. Sin embargo, rara vez son consideradas en las discusiones de alto nivel cuando se diseñan estrategias de comercio exterior, tratados internacionales o políticas industriales.

Y eso tiene un costo.

Tomemos como ejemplo el reciente aumento de aranceles en sectores clave como el acero, los textiles o los semiconductores. Para una empresa mediana liderada por una mujer, que depende de importar componentes o maquinaria, estos aumentos pueden representar una disminución drástica en su rentabilidad o incluso su viabilidad. Cuando no hay acceso inmediato a financiamiento, ni redes internacionales que ofrezcan opciones alternativas, la incertidumbre económica se vuelve una amenaza real.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China, la crisis energética en Europa, los efectos del conflicto en Medio Oriente o los cambios constantes en tratados como el T-MEC no solo reconfiguran mercados, también desestabilizan a quienes operan sin colchones financieros ni información estratégica. Y muchas mujeres empresarias, especialmente en América Latina, enfrentan justamente esas condiciones.

Según el Banco Mundial, solo el 11% de las exportaciones de empresas latinoamericanas están lideradas por mujeres. Y eso no es por falta de capacidad, sino por múltiples barreras: menores accesos a redes de comercio internacional, menor representación en cámaras y organismos de decisión, y políticas públicas que no contemplan la perspectiva de género en el comercio.

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