Por Sofía Pérez Gasque Muslera
Los tratados de libre comercio definen el rumbo de las economías; pero ¿quién los diseña y quién se beneficia de sus resultados? El T-MEC (USMCA) ha sido presentado como un instrumento moderno que incluye, por primera vez, cláusulas laborales vinculadas a la igualdad de género. Sin embargo, su implementación en México está dejando en evidencia un desfase: oportunidades globales diseñadas sin reconocimiento real del impacto diferencial que tienen en las mujeres.
Una queja presentada ante el mecanismo laboral del T-MEC documentó cómo mujeres trabajadoras agrícolas con visas H-2 quedaron sistemáticamente excluidas de procesos de contratación a favor de hombres, pese a estar dentro del grupo demográfico elegible. Las empresas optaron por contratar hombres, lo cual no solo revela la falta de aplicación efectiva de la normativa laboral, sino también el sesgo que invisibiliza la fuerza laboral femenina en sectores monetizados por tratados internacionales.
Aunque no quedó un capítulo explícito de género, el tratado incluye disposiciones relevantes en sus capítulos sobre PYMEs, comercio de servicios y trabajo. El capítulo 23 establece medidas para prevenir discriminación de género y violencia laboral, y el capítulo 25 exige coordinación para promover PYMEs lideradas por mujeres en los mercados regionales.
La Estrategia de Paridad de Género que México anunció en julio de 2022 estaba pensada para acelerar la integración femenina en sectores productivos vinculados al tratado. Hoy, sin mecanismos medibles y sin seguimiento ciudadano real, esas políticas son principalmente simbólicas. Las cifras hablan: según IMCO, apenas un 13% de los consejos corporativos en empresas del país tienen presencia femenina, y solo un 3% ocupan cargos generales, mientras las mujeres representan el 43% de la fuerza laboral.
Esto es más que un tema de visibilidad. En sectores donde el comercio exterior impulsa la reactivación industrial —como el auto, textil o agroindustria— miles de pequeñas empresarias, proveedoras de insumos o servicios, quedan fuera de redes de exportación y financiamiento. Sin una integración estructurada, el tratado reproduce dinámicas asimétricas que limitan el desarrollo económico femenino más allá del discurso de paridad.
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