Por Soledad Durazo
Había una vez…
Ella, la ministra Yasmín Esquivel Mossa tiene el derecho a no renunciar porque nos ha quedado claro que no ostenta ética alguna. Lo correcto hubiera sido retirarse del cargo apenas surgieron no los primeros visos sobre el plagio de su tesis sino sobre el conflicto de interés que, a todas luces, existe por ser esposa del empresario-asesor-favorito de la 4T, José María Rioboó y quien, valga comentar pelea por la herencia que su hijo Rodrigo dejara a sus dos hijos.
Yasmín Esquivel, con su actuar, ha propiciado un terremoto al interior de la máxima casa de estudios, la UNAM, que, de ninguna manera, merece tal escándalo. De igual forma ha salpicado el quehacer jurídico en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a personajes de diversas esferas de la Fiscalía de Justicia de la CDMX (en el pleno dijo que la Fiscalía había determinado que la plagiada era ella, documento que se filtró un día antes y que luego fue desmentido); también al notariado, (el notario Amando Mastachi que el 28 de diciembre –la fecha lo dice todo- muy solícito pecó de ingenuo o acusó amiguismo, dio fe de la firma de Báez y que ha afirmado existe una grabación que nadie ha escuchado) y, al parecer, no escucharemos dada la ausencia de denuncias. La ministra pues ha perjudicado instituciones como lo resumía ayer de manera magistral Ele, en su cartón para Opinión 51.