Por Soledad Durazo
Utilizar los recursos públicos para satisfacer el ego también es corrupción.
Leímos hace unos meses la investigación del periodista brasileño Daniel Weterman que tituló La enmienda Pix, que habla sobre cómo parlamentarios y alcaldes de zonas pobres utilizaron recursos públicos para pagar conciertos de música de artistas que ellos mismos admiraban, en un afán por cumplir sus deseos de conocerlos de cerca, cuando en realidad había muchas más necesidades que atender. Cuando el reportero le preguntó a una de las munícipes por qué se eligió gastar dinero para llevar a una cantante que cobró millones de reales, simplemente contestó "era mi sueño".
¿Es válido el desvío de fondos para atender aspiraciones, egos y gustos de quienes nos gobiernan? No y también es una forma de corrupción.