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Por Sonia Garza González

En esta columna: Sonia Garza reflexiona sobre cómo la cultura organizacional define el rumbo de una empresa; con ejemplos prácticos, explica que los valores y el bienestar interno son la verdadera estrategia de crecimiento. ¿Te atreves a empezar? 


Bien reza el dicho que los detalles cuentan, y cuentan mucho. Y en los negocios, aún más. Desde la calidad de un producto o servicio hasta la atención al cliente, todo influye en el posicionamiento de una empresa, sin importar su tamaño. Detrás de una buena o mala imagen, existe un conjunto de acciones que componen la cultura organizacional, la cual, aunque no es perceptible, impacta directamente en todo.

No se trata solo de tener un código de vestimenta o un horario fijo; es la atmósfera que se respira en la oficina, el taller o la bodega; la forma en que las personas interactúan, cómo se toman las decisiones y cómo se resuelven los conflictos. Por ello, se define como el conjunto de valores, creencias, actitudes, comportamientos y normas compartidas por todos los miembros de un equipo. En un sentido práctico, la cultura laboral responde a la pregunta: “¿Cómo hacemos las cosas aquí?”.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.