Por Sonia Garza González*

El camino del emprendimiento está lleno de desafíos, pero para muchas mujeres, existe un obstáculo adicional, a menudo invisible pero profundamente paralizante: el síndrome de la impostora. Esa voz interna que susurra dudas, que nos hace sentir que no somos lo suficientemente buenas, que nuestro éxito es un golpe de suerte y que en cualquier momento seremos "descubiertas" como un fraude. Sin embargo, es crucial recordarnos que no solo somos capaces, sino que somos motoras fundamentales de empleo, riqueza y bienestar, tanto en México como en el mundo.

Las mujeres que decidimos emprender no solo estamos persiguiendo un sueño personal; estamos tejiendo una red de oportunidades. Generamos puestos de trabajo, impulsamos la economía y contribuimos a un ecosistema empresarial más diverso e innovador. A pesar de los estereotipos y las barreras históricas, la presencia y el impacto de las mujeres en el mundo de los negocios son innegables y crecientes.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.