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Por Stephanie Henaro Canales

En la geopolítica, las calles y los cielos son termómetros del poder.

— Apuntes desde Café Colón ☕️

En Katmandú, la “Generación Z” nepalesa puso de rodillas a un gobierno entero. Lo que comenzó como protestas contra la corrupción y la vida ostentosa de los llamados “nepo kids” escaló en cuestión de horas a un incendio del Parlamento, más de 19 muertos y la renuncia del primer ministro K.P. Oli. El presidente Ram Chandra Poudel, carente de legitimidad, tuvo que recurrir al ejército para imponer orden. Hoy Nepal despierta bajo toque de queda y patrullas militares en las calles.

No es la primera vez que el ejército nepalés sale de los cuarteles. Lo hizo durante la guerra maoísta que abolió la monarquía en 2008. Pero ahora no enfrenta una insurgencia armada, sino a una ciudadanía hiperconectada que exige disolver el Parlamento, acortar mandatos y elegir directamente al primer ministro. La política tradicional perdió el monopolio de la legitimidad: el ejército llena el vacío.

El detonante digital es clave. Nepal bloqueó más de 20 redes sociales días antes del estallido, cortando la plaza pública virtual de millones de jóvenes. Esta combinación de represión digital y escándalos de corrupción creó una tormenta perfecta. Es una señal de época: las plataformas no son solo espacios de ocio, son infraestructura cívica. Apagarlas, en sociedades con diásporas y economías digitales frágiles, puede equivaler a cerrar carreteras o bancos.

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