Por Stephanie Henaro
Un ataque en el Caribe. Un desfile militar en Asia. Dos escenarios lejanos que, sin embargo, hablan entre sí.
El gobierno de Estados Unidos confirmó que sus fuerzas armadas atacaron una embarcación venezolana en aguas internacionales, dejando 11 muertos identificados como “narcoterroristas” del Tren de Aragua. Donald Trump no sólo reivindicó la operación como suya: la convirtió en advertencia. “Que esto sirva de ejemplo”, escribió, mientras ordenaba mantener desplegada una flotilla de más de 4,000 soldados en aguas cercanas a Venezuela.
El episodio ocurre en un momento clave. El secretario de Estado, Marco Rubio, llegó este martes a México para reunirse con autoridades y abordar temas de seguridad y migración. El ataque en el Caribe no puede desligarse de esa visita: es la antesala de la narrativa de “mano dura” que Washington busca imponer en sus conversaciones con América Latina. La geografía lo confirma: tres destructores Aegis —el USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson— siguen frente a las costas venezolanas como muestra de poder naval.
Pero el Caribe nunca es solo Caribe. Al otro lado del mundo, la Organización de Cooperación de Shanghái —que agrupa a China, Rusia, India y países de Asia Central— celebró una cumbre para exhibir un contrapeso a Occidente. Y hoy, Pekín conmemorará el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial con un desfile militar en Tiananmén. Para China, que perdió entre 15 y 20 millones de vidas en ese conflicto, no se trata solo de memoria histórica, sino de un acto de afirmación nacional.
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