Por Stephanie Henaro Canales
En Ucrania ya no se negocia solo territorio, se negocia quién manda en el siglo XXI.
Apuntes desde Café Colón
En Moscú, Steve Witkoff y Jared Kushner se pasean por la Plaza Roja mientras los fotógrafos registran sonrisas diplomáticas y Putin los hace esperar horas antes de recibirlos. A cientos de kilómetros, en el Donbás, la noche vuelve a encenderse con drones y misiles. La guerra sigue, pero el libreto cambió: ya no se discute cómo parar el fuego, sino cuánto debe ceder Ucrania para que otros puedan vender “un acuerdo de paz”.
Putin ha olido sangre. Sabe que la Casa Blanca de Trump tiene prisa por cerrar el dossier ucraniano y concentrarse en China. Sabe que su economía militarizada puede aguantar años más de desgaste. Por eso, entre guiños al “plan” de Washington y amenazas a Europa —“no queremos guerra, pero si empiezan, estamos listos ahora mismo”— el mensaje real es otro: la paz es un producto ruso y se vende a precio de capitulación.
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