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Por Susana Moscatel

La función de apertura del Festival de Cine de los Cabos fue de la cinta The Whale, de Darren Aronofsky. Esa, respecto a la cual seguramente muchos leyeron la nota de las lágrimas en los ojos del actor Brendan Fraiser cuando se presentó en el Festival de Cine de Venecia y el público, uno de los más críticos del mundo, le dedicó una ovación de pie que duró más de seis minutos.

Terminó la función. Me quedé paralizada en mi butaca y sospecho que probablemente seguiría ahí de no ser porque iba acompañada. La fiesta de inicio del evento estaba incitando a todos a salir y a celebrar el regreso a poder estar juntos en persona. Junto al mar. Vivos, los que llegamos. Haciendo lo que amamos una vez más. Salí, no había de otra, y comencé a ver gente que no había encontrado desde la pandemia, gente querida, compañeros de años de aventuras, amantes del cine. Colegas y amigos entrañables.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.