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Por Tika Azcurra

Si girar por el mundo es un festival para los sentidos, viajar es una explosión de sabor. Descubrir la cocina de otros lugares te lleva a conocer, no solo nuevas especias, sino nuevas combinaciones. Hay más picantes que la pimienta y el pimentón, existen condimentos con diferentes matices, y si el chile poblano alguna vez te pareció hot, es porque no probaste el rocoto peruano, ni los curries verdes de la India, o las combinaciones fermentadas de la cocina coreana.

El picante no es la única forma de dar sabor a la comida. En el arte de combinar sabores y hacerlos únicos, la comida tailandesa se lleva todos los aplausos al fusionar, en un mismo plato, sabores alimonados, picantes, dulces, amargos, suavizados con coco y con un toque crocante de maní... Inigualable.

Un recorrido por los mercados flotantes de Damnoen Saduak puede volverse el mejor concierto para los sentidos. Cientos de lugareños llegan con sus botes colmados de frutas, especias, vegetales, artesanías en ratán y madera. Es un hervidero a toda hora, y hasta cocinan en sus canoas, no solo buscan hacer el mejor trato. El visitante puede recorrer los muelles y caminar entre montañas de chiles rojos, amarillos y verdes de diversa intensidad. Al salir, los ojos quedan picosos y la nariz, feliz por haber descubierto el aroma penetrante del ajo, el lemon grass, la galanga, el tamarindo, la raíz de jengibre, el cilantro, la cúrcuma fresca, el cardamomo, las hojas de lima kaffir y una gran variedad de albahacas. Y contra toda recomendación sanitaria, tampoco se puede dejar de probar los panqueques de coco, que las lugareñas cocinan con agua de río en las mismas balsas.

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