Disfuncionalidad familiar

Como cualquier grupo humano, la familia sólo tiene sentido si hay un marco de respeto por la individualidad, por la identidad, la orientación sexual, la elección de pareja y muchas otras decisiones.

Disfuncionalidad familiar
Por Valeria Villa
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Valeria Villa | Disfuncionalidad familiar
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La familia es el grupo social primario que constituye la matriz del desarrollo psicosocial de sus miembros a través de los padres. El objetivo fundamental del grupo familiar es proteger a los infantes. Muchos autores definen a una familia disfuncional como aquella en la que los conflictos, la mala conducta y el abuso se producen sistemáticamente lo que lleva a sus miembros a acomodarse y a normalizar estas acciones.

Las familias disfuncionales suelen estar conformadas por adultos codependientes, ya que sus integrantes están tan angustiados e inmersos en la problemática familiar, que no tienen tiempo de atender sus propias necesidades. Se vuelven dependientes de esta angustia y ponen su atención y energía en el exterior, dejando de hacerse cargo de sus propias necesidades o sentimientos.

Las dimensiones de la codependencia que se han observado en la investigación son las siguientes:

1) Baja autoconfianza, sentimiento de devaluación y deficiencia, que lleva a la persona a tratar de ser perfecta y de controlar a los demás, o vivir en total descontrol;

2) Focalización en el otro / orientación rescatadora, derivación del sentido de valía propia con base en el cuidado que la persona hace de otros;

3) Actitud de complacencia, intención de complacer a otros, estando siempre de acuerdo en lo que sienten, piensan y en la manera en que se comportan;

4) Mecanismo de negación, dejar de lado las propias necesidades para satisfacer las del otro;

5) Desarrollo incompleto de la identidad, negación de uno mismo como una forma de sentirse aceptado por los demás;

6) Represión emocional, desconexión de las propias emociones. 

Para ilustrar lo anterior, dos ejemplos:

El primero es la angustia que hay detrás de pensar, en octubre, sobre lo que las familias harán en las fiestas de diciembre. Puede ser producto de una mente planeadora, pero para otros es una conversación en la que aparecen las lealtades fragmentadas, los mandatos sobre ser una buena hija, madre, padre, una bonita familia capaz de dejar los desencuentros a un lado y sentarse a cenar en paz. 

Se percibe la angustia cuando empieza la conversación de con quién pasarán la Navidad y el Año Nuevo una pareja de recién casados. La verdad es que hay mucho de película de terror en las expectativas y miedos que despiertan estas celebraciones. 

El segundo ejemplo se puede ver en Star+ y es el capítulo 6 de la temporada 2 de The Bear.  Carmy, el protagonista, regresa de Copenhague a su casa para pasar Navidad con su familia y amigos. Tiene dos hermanos, Michael, que tiene problemas de adicción y Natalie, que está angustiada por la salud mental de la madre, Donna, (Jamie Lee Curtis, espectacular) que bebe vino desesperadamente mientras cocina la cena.  Es hasta este momento que entendemos el grado de disfuncionalidad y patología que pesa sobre todos. Se nota en el caos que impera en la casa, en la agresión como forma normalizada de conducta, en la angustia colectiva ante la posibilidad de una pelea física entre Michael y el novio de su madre. Carmy está triste, intenta consolar a la madre que le reclama su falta de amor. Entendemos porque ha huido tan lejos. Natalie no puede evitar preguntarle a la madre, por enésima vez, si está bien. La madre no está bien, está muy mal. No sabemos si tiene problemas de alcoholismo, una depresión grave, si padece un trastorno límite de la personalidad o si es bipolar, pero es evidente que no está bien.  Grita, llora, se queja de que nadie la ayuda en la cocina pero ahuyenta a gritos a quien se quiere acercar. Reclama y lamenta que sus hijos no la quieren, que no le importa a nadie y su semblante es el de una mujer desequilibrada, deprimida, lista para destruir todo en cualquier momento. Parece que es algo habitual que ella reaccione de esa manera, aterradora y violenta. La cena se convierte en un absoluto desastre, hay llantos, insultos, golpes, tenedores que vuelan por el aire, y todo tipo de reacciones frente a la imposibilidad de convivir con tranquilidad.

En estas reuniones cargadas de emociones y obligadas por la tradición y no por el deseo, puede observarse que la familia no siempre es el lugar en donde estar en paz, en donde sentirse seguro y aceptado, como la versión edulcorada de la publicidad, las religiones y la moral que la ubican como el núcleo indispensable de la sociedad. 

La familia, como la maternidad, es un ente casi sagrado que asociaciones de padres histéricos defienden como si de verdad tuviera un valor intrínseco.

La dinámica de una familia es capaz de favorecer la recaída de un paciente esquizofrénico, que se curaba mientras estaba internado y se volvía a enfermar al regresar a casa. 

Muchas familias expulsan a los que no obedecen sus mandatos como por ejemplo no aceptar a nadie de otra religión, estrato social o cultural. La familia puede ser un grupo que excluye y que deja huellas de violencia y abuso. La cantidad de niñas violadas por padres, hermanos y abuelos ilustra lo que también puede ser la familia.

La familia como encubridora de incestos evidencia que el abuso sexual infantil ocurre muchas veces con la complicidad de las madres. Las celebraciones movilizan culpas, traiciones, odios, cuentas pendientes y secretos entre sus miembros.

Como cualquier grupo humano, la familia sólo tiene sentido si hay un marco de respeto por la individualidad, por la identidad, la orientación sexual, la elección de pareja y muchas otras decisiones.

Son muchos los adultos que siguen siendo como niños, incapaces de enfrentar a sus padres, que les ocultan quiénes son, que no les dicen la verdad de nada, que fingen estar felices para que no se les dispare el azúcar o la presión.

Son muchas las familias que deberían haberse extinguido después de descubrirse un abuso sexual y que siguen simulando unidad y armonía en las cenas de Navidad. 

El mundo sería mejor si hubiera menos necesidad de quedar bien con los demás, de aparentar. Uno en el que solo se reunieran los que realmente se aman y se caen bien.

La familia solo debería defenderse cuando sea un lugar de respeto y de amor en cantidades suficientes. Lo demás es solo un montaje para subir fotografías a las redes sociales.

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@valevillag

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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