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Por Yessica De Lamadrid

Vivimos en un país que confunde la inconformidad con conciencia, y la rabia con justicia. Nos enseñaron a odiar antes que a esforzarnos, a mirar al otro con sospecha en lugar de mirarnos con honestidad. En México, la polarización ha dejado de ser debate político: es una enfermedad emocional que desgasta, divide y nos impide avanzar.

Nos enseñaron a dividirnos para explicar todo —el éxito, la pobreza, la esperanza y la frustración—, y en el camino olvidamos lo esencial: que la mayoría de la gente sólo quiere vivir mejor.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.