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Por Yohali Reséndiz
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Los terremotos en México -por su naturaleza- han sido dolorosos e inolvidables por las pérdidas humanas y patrimonios construidos durante toda una vida de esfuerzo generacional familiar. 

Los sismos en México han sido génesis de las fallas más graves de gobiernos y gobernantes miopes que no han previsto desde hace décadas las contingencias con protocolos efectivos para atender las necesidades de la población en caso de una emergencia. 

Y usted que me lee, no me dejará mentir. Ha sido la sociedad quien ha dejado de ser pasiva. Tengo muy claro que en los días de la tragedia, las puertas de los autos se abrían para subir a DESCONOCIDOS y llevarlos a la zona del desastre. No había desconfianza solo la buena voluntad de ayudar, de servir. Incluso, las alacenas de casa y los alimentos eran compartidos con EXTRAÑOS. Mientras,  el gobierno actuó por intuición e improvisación total con base en una política de ajuste con respuestas inconexas y parciales, de ahí que las  peores emergencias, derivadas de un desastre natural nos confirman que no ha existido una garantía de acciones públicas para la ciudadanía mucho menos la movilización masiva de políticos en zonas de desastre. 

Y yo pregunto, en los sismos de septiembre en este país, ¿dónde han estado los legisladores? ¿Dónde las caras conocidas que en tiempo de elecciones tapizan la ciudad con el eslogan de que los ciudadanos y el país son su máxima prioridad? ¿Dónde estaban los hombres y mujeres a quienes se ha elegido como representantes? ¿Dónde  estaban quienes debieron mezclarse con la sociedad civil con la camisa remangada dispuestos a cargar cubetas con cascajo y con ello suplir la estructura arcaica de sus partidos y revertir la incapacidad de reacción, de mentalidad, desconocimiento e inexperiencia que tienen ante la tragedia? 

Hubo sí, quienes se atrevieron a hacerlo pero desde el oportunismo político al llegar rodeados de guaruras y esperar durante horas el rescate de una niña que nunca existió y saludar como si llegasen a una boda y es que, los sismos siempre nos han dejado entrever que ningún político está preparado para enfrentar la crisis y en una cadena humana, en su mayoría serán los eslabones más débiles de la cadena. 

En el siglo XX, nadie ha sido  ignorante del pasado y todos los que en menor o mayor medida han sido afectados por la irresponsabilidad de decisiones de los gobernantes que se han elegido a través del voto, en un diagnóstico de salud,  la clase política saldrá con anemia. 

Las demoliciones -no se en usted- pero después de cada demolición hubo un vacío espiritual y material para los habitantes de este país y para el gobierno fueron huecos difíciles de llenar. Eso sí, para los políticos oportunidades de expropiar terrenos en lugar de edificar estructuras sólidas de viviendas para sus ciudadanos, ¿quién se opondría? Y claro, al no haber una manifestación como sociedad ante esas perversiones siempre parece que todos estamos de acuerdo con las decisiones políticas. 

El símbolo de los sismos que han cimbrado a México reorientó en lo personal y social, la posición como ciudadanos resaltando la asombrosa resiliencia del espíritu humano que merece disfrutar este país en libertad como valor supremo. 

La reconstrucción del país nunca ha estado a cargo de las autoridades sino de cada uno de nosotros con acciones cotidianas que provocan orgullo. 

Generacionalmente, el sismógrafo interno nos cimbra diariamente al conocer estadísticas de pobreza y desempleo, de violencia y corrupción, de abuso de poder y enriquecimiento ilícito, de las cifras de desapariciones, feminicidios, secuestro o infanticidios. 

Cada que volvamos a ser uno solo y recordemos la fuerza mental y física del corazón invertida en esas noches de tragedia, de angustia, en días de esperanza en el que cada puño levantado significó vida, será el recordatorio de que los sismos en México nos han enseñado que podemos  derribar y reconstruir todo aquello que tenga daño estructural…

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@yohaliresendiz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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