Por Yohali Reséndiz
Cuauhtémoc Blanco no sólo envió un beso a la diputada Martha Aracely Cruz Jiménez.
Ese beso es, simbólicamente, para todos y todas: para Morelos, para las mujeres, para quienes confiaron en él cuando dejó las canchas; para cada ciudadano que votó por él porque creyó que un ídolo deportivo podía convertirse en un político digno.
Ese beso resume su carrera pública: la burla desde el poder con el cinismo de quien se sabe intocable.
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