Por Yohali Reséndiz
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En Coahuayana, Michoacán, una camioneta cargada con explosivos estalló frente a una base de policía comunitaria. 

Hubo muertos, heridos y una comunidad aterrorizada. Eso es un hecho verídico. 

El otro hecho igual de grave y verídico es que la Fiscalía General de la República lo llamó terrorismo… y luego se desdijo.

No fue la prensa. No fue un rumor. Fue la Fiscalía General de la República utilizando para describir una investigación con una palabra de ese calibre y luego pretende borrarla horas después como si se tratara de un error de redacción.

La presidenta Claudia Sheinbaum tuvo que salir a pedir explicaciones públicas. Eso ya lo dice todo. Y si el Ejecutivo exige cuentas a la Fiscalía, es porque algo se hizo mal. Muy mal. Mañana veremos a la verdadera Ernestina sin aplausos. 

Hay que decir, que en México el terrorismo no se define por el tamaño de la explosión, sino por la intención política de sembrar miedo para imponer una agenda. 

Y aquí vale la pena preguntar, si la FGR no tenía pruebas de eso, ¿por qué lo clasificó como terrorismo? ¿Quién lo determinó? ¿Quién lo aprobó? 

Y si sí tiene pruebas la FGR, ¿por qué reculó? 

En cualquiera de los dos escenarios, la institución falló.

Lo que sí encaja, por los propios datos oficiales, es la delincuencia organizada: cárteles disputando territorio, usando explosivos para controlar, intimidar y someter.

Ernestina Godoy arranca su gestión con uno de los varios tropiezos monumentales que tendrá: una Fiscalía que primero “exagera” y luego corrige. Ese no es un error menor. Es una señal de alerta sobre cómo se va a comunicar la violencia en este sexenio.

El problema no es sólo jurídico. Es político. Porque cuando el Estado exagera, también manipula. Las palabras oficiales son armas públicas.

Ernestina debe explicar con toda claridad: ¿por qué se planteó “terrorismo”? ¿Qué elementos tuvo para hacerlo? ¿Por qué se cambió la versión? ¿Qué consecuencias tiene esa “reclasificación” para las víctimas? 

Porque mientras las instituciones juegan con los discursos, los muertos no cambian de nombre. Y el miedo que infunde en la sociedad el crimen organizado tampoco. 

Y si Ernestina quería seguir haciendo lo que hacía en CDMX con la detención del exgobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez, por su probable responsabilidad en el delito de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita para mantener a los medios entretenidos con éste distractor nacional. No le va a funcionar.

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@yohaliresendiz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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