La jueza que se “decantó” por un violador

Ella tuvo en sus manos la decisión de proteger a las víctimas y nuevamente, en otro acto cobarde, decidió proteger al agresor.

La jueza que se “decantó” por un violador
Yohali Reséndiz

¿En qué momento una jueza se pierde a sí misma? ¿Qué tuvo que ocurrir en su vida para no mirar que sus decisiones lastiman a otras mujeres?

¿En qué cajón del escritorio dejó guardados el sentido común, la sensibilidad, la ética y el amor propio?

¿Qué les sucede a las mujeres como ella que no ceden ante el pacto patriarcal y todos los días con cada acción refrendan su compromiso para con ellos, para con los agresores?

¿Cómo es que algunas mujeres, como ella, que ocupan una posición de poder se juegan su nombre y se convierten en el principal dique, en el obstáculo para el acceso a la justicia a otras niñas y mujeres?

Y su ignorancia es tan evidente que invocan criterios aberrantes con tal de defender lo indefendible...

Venderse al mejor postor seguro cree que es la receta infalible.

A ella poco le importa que se trate de un violador y, lejos de destacar por su congruencia, ética y formación, lo hace movida desde su miseria humana.

Se debe escribir claro y leer en voz alta y firme: en el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México hay juezas como Luz Elena López Padilla que prostituyen su labor y forman parte de redes o complicidades perversas que se tejen cuando el agresor es un hombre con poder, en las que la corrupción e impunidad son su máxima de vida.

Hace más de un año, en abril de 2021, López Padilla negó el acceso a la justicia a dos pequeñas de cinco y seis años, les dio la espalda y decidió que le reditúa más proteger a un pederasta.

¿Tendrá hijas, sobrinas o nietas? ¿Podrá conciliar el sueño después de saber que se “decantó” por un violador?

Recordemos del caso que ella no encontró desequilibrio de poder entre dos niñas y su agresor: un cincuentón que además de ser hombre tenía la autoridad de padre y, además, se trataba de un magistrado, y ahora, al intentar corregir, señala que no hay asimetría con la madre, cuando las víctimas directas son las niñas.

Esta funcionaria en su etapa servil intentó cerrar de manera definitiva la carpeta de investigación, extralimitándose en sus funciones y queriendo ser parte, cuando olvida que sólo es juez.

En ese momento, el ministerio público señaló que agotó todas las líneas de investigación y que no encontró datos de prueba suficientes, dejando fuera TODO lo que incriminaba al agresor; es decir, ignoró las voces de las víctimas, los audios de las niñas que narran la violencia sexual –que nunca han querido hacerlos públicos–, dejó de lado dictámenes e informes que confirman la violencia sexual, una constancia de la policía de investigación en la que la mayor de ellas identifica los lugares en los que fue violentada y el dictamen médico que da cuenta de las lesiones y que la fiscalía, de manera oficiosa, intentó destruir.

¿Qué razón de ser tienen el juicio y el principio de contradicción, si el ministerio público decide excluir todo lo aportado por las víctimas y justo por su contundencia? ¿O cuando una simple jueza de control intenta desempeñar la labor de uno o una de enjuiciamiento? Solo ella.

¿Con qué descaro puede sostener que se agotaron todas las líneas de investigación sin siquiera concluir esa etapa?

Se equivocó el ministerio publico y por ello, la jueza Padilla le corrigió la plana y además se atrevió a concluir que el hecho no se cometió.

¿Las niñas, mamá y especialistas imaginaron el abuso sexual?, ¿la violencia psicológica nunca existió? ¿Este infierno en el que están ha sido ciencia ficción? No, tajantemente no, le respondo.

Las víctimas solicitaron el amparo y protección en contra de esta determinación, que fue concedido y confirmado por autoridades federales que dejaron al descubierto la oscura intención de la jueza.

El pasado lunes ella tuvo en sus manos la decisión de proteger a las víctimas y nuevamente, en otro acto cobarde, decidió proteger al agresor y actuó como una ignorante de las constancias y datos de prueba que revelan y confirman la violencia sexual.

Cínicamente confirmó el no ejercicio de la acción penal, sólo que esta vez ya no pudo hacerle la tarea a la autoridad ministerial y, aunque es claro el error, la intención era y sigue siendo desgastar a las víctimas.

Entre sus argumentos mediocres, otra vez, señaló que nadie pone en duda el testimonio de las niñas y la madre, pero para no revictimizarlas es mejor cerrar la carpeta y no prolongar la investigación.

Mejor dejarlo impune, ¿no?

Que jueza tan mediocre y repulsiva.

Ella es jueza que forma parte del Tribunal Superior y sin duda pasará a la historia como lo que es: vergüenza para el gremio, para aquellos juzgadores y juzgadoras que sí se desempeñan éticamente.

Quizá la tirada sea aspirar a presidir un tribunal de enjuiciamiento, como magistrada o consejera; recordemos que Rafael Guerra paga bien los favores.

Luz Elena López Padilla, en el caso del exmagistrado violador, ha decidido ocupar la posición de juzgadora sin ética ni vergüenza, pero esta historia tendrá memoria.

@yohaliresendiz

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