Los ladrillos que se caen del Williams

No solo es recibir colegiaturas, sino salvaguardar las vidas de quienes entran a sus aulas, y está claro que el Colegio Williams ha demostrado que no puede corresponder a una confianza.

Los ladrillos que se caen del Williams
Por Yohali Reséndiz

“Lo que ocurrió siempre regresa a mí de una u otra forma, por más que intento olvidar y seguir adelante”: Esperanza, exalumna del Colegio Williams.

Esperanza tenía tres años cuando fue inscrita junto con su hermano menor en el kínder del Colegio Williams San Ángel (2002), ubicado en la calle de Las Flores, en Periférico Sur.

“A los 14 años, durante segundo de secundaria en el Colegio Williams Mixcoac, la mayoría del tiempo estaba en la biblioteca y solía compartir conocimientos con el maestro Víctor Hugo Pérez Berber, profesor de Artes Visuales, además del bibliotecario”, recuerda.

Fue en el mes de noviembre de 2014 cuando el profesor Víctor le presentó a Esperanza a un “exalumno, experto en materia musical, eminencia”, pero omitió decirle que era un hombre de 34 años –16 mayor que ella–.  Esa “amistad” comenzó en Messenger y terminó en acoso y abuso sexual del que el director técnico de la secundaria del Colegio Williams, José Luis Lugo Morán, estuvo enterado y poco hizo para salvaguardar la seguridad psicológica y física de la alumna.

Este hombre se llama Jaime Andrés Tapia Osorio y ha sido señalado como una persona con disfraz de “eminencia musical” que le permitió satisfacer sus necesidades sexuales y abusar de varias alumnas con aspecto “dócil e infantil”, en diversas escuelas.  

“Esto me ha cobrado el sueño, la salud (tanto física como psicosexual) y, lamentablemente, propició consecuencias a largo plazo irremediables. Recuerdo esto con lágrimas en los ojos y con profunda ira”, confiesa Esperanza, quien a su corta edad tiene cuadros de ansiedad, estrés, depresión, trastornos del sueño graves, falta de apetito, amenorrea y baja considerable de peso. De ser una alumna destacada, en preparatoria su promedio bajó y presentó varios exámenes extraordinarios.

Con el paso del tiempo, Jaime Andrés Tapia Osorio fue señalado de acosador por otras alumnas en el Claustro de Sor Juana y en la Escuela Nacional de Música. La autoridad de esta última, a través de la Subdirección General de Educación e Investigación Artísticas (SGEIA), respondió a la denuncia de Esperanza –quien luego del Williams continuó siendo acosada ahí–  que no podían hacer algo al respecto y el protocolo de atención y prevención de violencia en razón de género por parte del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y del SGEIA no fue aplicado, por lo que ella puso una queja ante la Secretaría de la Función Pública el 9 de abril del 2021. Varias fueron las alumnas que también presentaron quejas ante esa instancia y el Órgano Interno del INBAL. Con la queja de Esperanza, la directora de la SGEIA fue destituida y un puñado de servidores públicos sancionados.  

Pero, regresemos a la raíz, cuando los padres de Esperanza y ella misma buscaron sin éxito en reiteradas ocasiones a Juan Camilo Williams, solución a lo que ella enfrentaba como alumna y el fondo de esta situación es que no hubo respuesta.

“Me cansé de escribirles, me decepcioné por completo. Lloré, me deprimí y nuevamente me vi sola en todo este proceso. El pasado 7 de noviembre la noticia de la muerte de Abner en la alberca del Colegio Williams reabre en mí todo este proceso”, narra Esperanza. La denuncia de hechos ya está interpuesta ante las autoridades correspondientes en la Ciudad de México y será en breve cuando Esperanza se presente a ratificarla.

Y yo pregunto: ¿cuántos casos más necesita la autoridad para cerrar de una buena vez este Colegio Williams, que solo cobra colegiaturas sin dar a padres de familia una garantía de que sus hijos estarán seguros?

Y ahora les pregunto a los padres: ¿no les duele lo ocurrido a Tefany, a Abner y a Esperanza?, ¿no les mueve dejar a sus hijos y que cada minuto exista una posibilidad de que les pase algo?

¿Que un maestro viole a una nena de tres años dentro de los baños del colegio, que un niño se haya ahogado, que una joven haya sido víctima de un profesor que buscaba niñas dóciles para abusar de ellas sexualmente no les mueve la entraña?

¿No fue suficiente la primera denuncia, ni la segunda ni la que está próxima a convertirse en otra denuncia penal?

Lo escribiré las veces que sean necesarias, el incompetente de Luis Humberto Fernández Fuentes, autoridad educativa federal de la Secretaría de Educación Pública, después de la resolución de la denuncia de abuso sexual (2017) a una alumna del Colegio Williams (2022) debió imponer sanciones:

1) La clausura del Colegio Williams.

2) Revocar el registro oficial de validez al Colegio Williams.

De hacerlo en su momento y aplicar la ley, Esperanza y Abner tendrían otra historia. No solo es recibir colegiaturas, sino salvaguardar las vidas de quienes entran a sus aulas, y está claro que el Colegio Williams ha demostrado que no puede corresponder a una confianza, son ineptos y mezquinos, pero tienen dinero, y en este país, donde abundan las instituciones y autoridades débiles y corruptas, el dinero y las relaciones públicas sirven de mucho.

@yohaliresendiz

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