Un pasador fue el pasaporte

Aquellas palabras con Cristina Pacheco me obligaron a tomar un camino distinto y dejé esos trabajos y me obligué a encontrar mi destino.

Un pasador fue el pasaporte
Yohali Reséndiz

Por Yohali Reséndiz
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En aquel entonces, tenía dos trabajos y ninguno era parte de mi sueño, (aunque muchos años después supe que ayudaron a la construcción de quién soy);  un buen día, afuera del restaurante donde mesereaba, la gran Cristina Pacheco llegó con su equipo de trabajo. 

“Necesito un pasador” leí en sus labios y corrí por mi cosmetiquera y saqué la caja de pasadores que significaba una llave de oro para mi conversación con ella. 

Me acerqué. Le extendí la caja verde de cartón. Me miró, a los ojos. 

-Ah muchas gracias, me dijo.

-¿Cómo te llamas? preguntó mientras abría con la boca el prendedor. 

-Me llamo Yohali Reséndiz, estudio Comunicación y Periodismo en la UNAM y quiero también ser contadora de historias. 

-¿Y qué haces aquí?, preguntó inquisidora. 

-Aquí trabajo, respondí apachurrada. 

-¿Y aquí cuentas historias? Volvió a la cargada. 

-No, dije cabizbaja. 

- ¿Y eres feliz? Fue la pregunta/estocada. 

-No. Me escuché diciendo;  me caló hondo y puedo asegurar que ese “no” resonó dentro de mi con eco. 

Aquellas palabras con Cristina Pacheco me obligaron a tomar un camino distinto y dejé esos trabajos y me obligué a encontrar mi destino. 

Con los años, mucha pasión y hambre de crecimiento, la vida me la volvería a poner de frente pero ahora ya era reportera. 

Al llegar, ahí estaba ella en el estudio de Canal 11 y ahí estaba yo, frente a una mujer que admiraba hacía mucho y miré muchas veces en una pantalla; esta ocasión yo haría las preguntas. Unos minutos antes de comenzar a grabar, le recordé a Cristina nuestro anterior encuentro. 

-¿Es feliz, Cristina Pacheco? 

-Reímos en complicidad y tomó mi mano para responder. 

-“Tú vas a entenderme ahora, aunque no se puede ser feliz todo el tiempo, hay momentos en los que una sabe cuando la vida vale cada segundo. Todas las mañanas agradezco la oportunidad de salir a preguntar y llevar a la pantalla las voces de los protagonistas de este programa que hoy está cumpliendo años y estamos muy contentos. Eso me hace feliz. Estoy haciendo lo que me gusta y lo disfruto profundamente. Aprendo mucho de la gente y eso también es algo que hay que celebrar todos los días”. 

Sé que la vida ha sido generosa conmigo y una vez más lo comprobaría. 

Siendo Jefa de Relaciones Públicas y Prensa de Grupo Planeta en México, la vida me acercó de nuevo a Cristina Pacheco al estar a cargo de la promoción de su libro “Humo en tus ojos”. 

Cristina Pacheco llegó a la editorial y al saludarnos me preguntó: 

-¿Qué haces aquí? 

-Me tomó del brazo y la máquina del tiempo nos regresó a aquella conversación banquetera donde la había conocido. Y aunque mi posición era distinta acepté que tampoco era feliz. 

Tres o cuatro días después de una intensa agenda en la que subí varias veces a Cristina a mi Eurosport rojo, el último día de promoción, la invité a comer a Le Casserole

Quiero compartirles que desde el Valet Parking hasta el Chef salieron a saludarla, algunos comensales se levantaban de sus mesas para estrechar la mano mientras que otros le hacían con la cabeza una reverencia. Era Cristina Pacheco, la narradora de historias, la mujer que acercó el micrófono a los invisibles y nos hizo sentir que no estábamos solos y que el esfuerzo no sólo era personal sino de muchos miles que todos los días nos levantábamos para construir nuestras historias y ser parte de un mejor país. 

Ahí estaba yo, compartiendo la mesa, el tiempo y la vida con la mujer que muchas veces me embobé con sus preguntas tan sencillas pero tan sabias. Ahí estaba yo con la mujer que en una pregunta me hizo saber que aunque fueron muchos trabajos antes de vivir mi sueño, cada vivencia mía fue un escalón que me ha ayudado - al igual que Cristina- a mirar el mundo distinto y me complementó como una reportera más sensible y sorora, más dispuesta a escuchar en lugar de hablar y decidida a no ser protagonista sino ceder espacios a las voces de quienes creen que nadie los ve, mira o escucha. 

En otro punto de mi vida volví a hablar con Cristina Pacheco y mis ojos se cristalizaron cuando le escuché decir al otro lado de la línea: 

Qué capacidad de narrar la historia de los niños de la Merced. Me impactó mirar tu reportaje y quiero decirte que estoy muy muy conmovida, me gustaría contribuir y enviarles un presente. 

-Gracias, Cristina. Muchas gracias. 

-“Contar historias no es difícil, cualquiera puede hacerlo, pero debo decirte que cuando conmueves y logras que las audiencias empaticen y reflexionen eso te convierte en una pescadora de historias en un inmenso mar. Como ahora lo eres tú. 

Así que gracias por esas palabras para mi, Cristina Pacheco, donde quiera que estés. 

Adiós, Cristina, adiós, Cristina, Pacheco, Adiós.

✍🏻
@yohaliresendiz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.