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Por Yolanda Morales 

En este espacio hay árboles de higo y de granada. Juan y su familia han hecho mermelada de higo y disfrutan la granada con sal y limón. Es una tarde de verano en la frontera.

Juan y su familia dejaron Guatemala obligados por la violencia. Ser testigo de un asesinato convirtió al padre en objetivo del crimen organizado, que lo persiguió sin tregua hasta obligarlo a escapar con su esposa y dos hijos. “Me intentaron matar en tres ocasiones, me dispararon. La última vez que ellos me dispararon me fui a chocar en mi carro, me fracturé el pie y ahí es donde optamos por salir de Guatemala y nos vinimos con mi esposa y mis dos hijos”, recuerda.

El recorrido fue largo: pasaron por Chiapas y Guadalajara hasta llegar a Tijuana. Sin embargo, ni en la frontera dejaron de sentir miedo. “Las amenazas de muerte fueron acá en Tijuana. Aquí, de parte de ACNUR nos apoyaron de Aldeas, porque nosotros veníamos de Playas. Entonces, porque ya movernos de Chiapas a Guadalajara, ya son muchos cambios, en todos los lugares caemos a lo mismo, la maña nos ve a nosotros como extranjeros”.

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