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Por Claudia Pérez Atamoros
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La muerte andaba intrigada,

leyendo el Diario Oficial,

porque entre tanto decreto

ya no hallaba a quién llevar.

Buscó en Palacio primero,

pues olía a sucesión,

y halló a una jefa en funciones

dictando la continuación.

—Doctora, vengo a invitarla

al panteón presidencial,

hay tumbas con presupuesto

y momias para el ritual.

Claudia sonrió sin mirarla,

con su tono doctoral:

—No tengo tiempo, Calaca,

voy en ruta nacional.

Le habló de trenes y datos,

de energía y continuidad,

y la flaca, entre papeles,

susurró: “Esto ya lo vi pasar”.

Así que cambió de rumbo,

rumbo a la capital fue,

donde Clara, en su investidura,

ya despacha con café.

—Brugada, jefa del barrio,

de aguante, grito y fervor,

ya gobiernas la gran urbe…

¿te tienta el mando mayor?

Clara soltó carcajadas,

mientras alzaba el bastón:

—Si la historia da revanchas,

yo no pierdo la ocasión.

—Tengo pueblo, tengo plaza,

y en cada esquina rumor:

que la sucesión ya asoma,

y mi nombre es el tambor.

La flaca tomó su libreta,

anotando en discreción:

“En la ruta del relevo,

todas buscan su nación.”

La Tiznada se fue, cabizbaja,

rumiando entre las heridas:

en este sexenio de urnas,

ni la muerte le entra a las vencidas.

Porque en México, mi gente,

ni el panteón se reforma,

y el poder, aunque se acabe,

¡siempre encuentra un pozo mayor!

Cada quien, urnas debe tener.

✍🏻
@perezata

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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