Document
Por Frida Mendoza
audio-thumbnail
Audiocolumna
0:00
/216.6

Me senté en el sillón y agarré mi computadora. No sabía ni por dónde empezar a escribir cuando esta semana había sido agotadora noticiosamente: ¿Compartía la profunda tristeza que da presenciar un genocidio en tiempo real? ¿El coraje por la desinformación y el odio cargado en contra de las personas migrantes y la comunidad latina en Estados Unidos? ¿La violencia incesante en México? ¿Había acaso alguna chispa de esperanza?

Me abrumé nuevamente. La laptop se quedó a un lado y abrí Instagram. Scroll, Palestina, compartir, scroll, manifestaciones en Los Ángeles, compartir, scroll, detienen a los activistas que viajaban a bordo de la flotilla de la libertad, compartir, scroll, mexicanos deportados, compartir, scroll, mensajes cargados de odio, bye. 

Pero antes de salir de Instagram preguntándome si de algo servía compartir y sentirme como el meme de Ben Affleck de “vaya semana” vi dos reels que me dejaron pensando.

El primero era un profesor reflexionando sobre un fragmento de la película Bichos, cuando uno de los grillos que asedia a las hormigas trabajadoras explica con granos de maíz que el hecho de que una hormiga se rebele sí debe preocupar porque eso motiva a otras a hacer lo mismo, se convierte en una cadena imparable.

El segundo fue un reel de un chico haciendo un sondeo. Su acento chileno y el formato del sondeo inmediatamente me remitieron a mi amado 31 minutos. Y la pregunta era poderosísima: ¿Tiene usted una buena noticia?

Vestido de negro, con micrófono en mano y una barba de candado inicia: “Acompáñenme a buscar buenas noticias” y en los siguientes segundos llegan respuestas simples como “Estoy vivo”, “Hoy vi a mi amiga y hemos pasado un momento agradable”, “Mi nieta me da alegría”, “Conseguí un nuevo trabajo”, “Vi a mi hermano”, “Estoy en paz” o “Desperté un día más”.

Ese segundo video me dio tanta paz que entré a la cuenta, se llama Qué buenas noticias y vi de una sentada las ocho publicaciones que tiene hasta ahora. Qué paz y qué bonito de pronto alegrarte porque a una persona desconocida le fue bien en su examen o a otra le dieron un camión en su trabajo.

Fue entonces que reafirmé por enésima vez que así como resistimos en la indignación, también hay -debe de haber- espacio para la ternura.

Son tiempos sumamente difíciles y duros de asimilar cuando fuera de nuestra burbuja hay tanto sufrimiento que nuestros problemas resultan una nimiedad a comparación del resto. ¿Cómo informarnos pero al mismo tiempo no saturarnos pero tampoco caer en banalidades y aportar? Es difícil y muchas veces complejo poder sostenernos y ser congruentes.

Nuevamente me volví a preguntar: ¿Acaso hay esperanza? Carla Escoffié me respondió elocuentemente en otro reel: “Así como decían antes que la revolución no se televisará, la esperanza no se posteará…”.

¿Hay protestas y hay dolor? Sí. ¿Hay mucho postureo en redes? También, pero muchas otras son personas que hoy se manifiestan, que con flotillas, camiones y marchas a pie buscan romper con el bloqueo humanitario en Gaza. Hay formas distintas de posicionarse pero todas contagian mensajes de aquellos que no se quieren rendir.

Y entonces pienso: La finalidad de muchas de estas personas que atraviesan el dolor y el asedio de líderes y gobiernos cínicos e inhumanos, si no es que todas, es que buscan contar una buena noticia, una de esas simples y decir que vieron a su madre/hermano/amiga, que sacaron una buena calificación o que siguen vivas y viven dignamente. Que ejercen su derecho a vivir en paz.

La esperanza está. Cómo y dónde es difícil de hallarla en medio de tanto, pero si una hormiga la sostiene, puede que otra más se contagie… por ahora, volví a agarrar mi computadora.

✍🏻
@FridaMendoza_

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.